A finales del siglo XVI, hay un cambio en la sociedad y eso se refleja en las cofradías. Poco a poco van perdiendo esa austeridad y disciplina para convertirse en algo más festivo, haciéndose procesiones de forma más espléndida y lujosa. 

Los hermanos cofrades ya no proceden de las clases populares. La mayoría son burgueses y nobles. Incluso las mujeres juegan su papel, solo que como cofrades de segunda clase a las que no se les permite llevar túnica de la cofradía pero sí ir acompañando el paso portando velas.

Se amplía el número de figuras y pasos. Aparecen los pasos de misterio. Pasos en los que hay varias figuras, no solo Jesús. Y éste no aparece en la cruz, sino en distintas posturas acompañado por esos otros personajes. Así van apareciendo diferentes escenas como la oración en el huerto, la Verónica, Jesús siendo azotado atado a la columna, el camino del Calvario, la lanzada de Longinos a Jesús, el Descendimiento... Además los pasos que hasta ahora eran de cartón y lino pasan a ser tallados en madera y son realizados por grandes artistas como Gregorio Fernández. 

Surgen las imágenes de la Virgen María con corona acompañada de ricos brocados, sayos, joyas y otras galas de fiesta de alegría. Incluyen palios y doseles. Aparecen también pasos alegóricos como el triunfo de la cruz sobre el pecado y la muerte, o el sol y la luna eclipsados.

Incluso en este ambiente de lujo y boato, el rey se hace miembro de alguna cofradía. Si esto ocurría, las cofradías añadían en su título “Real”. Algunas cofradías sevillanas se hacen filiales de cofradías de Roma, pudiendo usar el título de pontificias y teniendo sus mismas indulgencias. Construyen iglesias, capillas y celebran grandes fiestas a lo largo del año.

En resumen, vemos como las cofradías y la celebración de la Semana Santa cada vez adquiere un ambiente más festivo. Tanto que las procesiones acaban siendo acompañadas por una muchedumbre exaltada, que arma bullicio y alboroto. Algunas cofradías, para presumir de que tenían mucho seguimiento, al final de la procesión invitaban a un refresco y algo de comer a los asistentes. Al final todo esto lleva a una pérdida del decoro y la disciplina. Se veía venir ¿no crees?

En cuanto a los flagelantes que mencionábamos, esta tradición también tuvo mucho de picaresca española. Contamos con testimonios que hablan de penitentes vanidosos que realmente no sentían esa penitencia. Lo hacían solo por aparentar. El postureo que se diría ahora. Algunos iban vestidos con elementos que los identifican para que se supiera quiénes eran y presumir de que estaban participando en la procesión. Los había que portaban cruces que aparentan ser pesadas pero en realidad estaban huecas. O se colocaban almohadillas en el hombro para aliviar la carga de la cruz. Incluso como la penitencia de flagelarse era más difícil de disimular, y era ciertamente dolorosa, aparecieron los penitentes alquilados. Sí sí. Estás leyendo bien. En ocasiones, criados de aquellos hombres que como hermanos de sangre estaban obligados a flagelarse, se lo encargaban a sus criados o pagaban a otra persona para que lo hiciera en su lugar.

Por supuesto, la Iglesia tomó medidas ante tanto desmadre. Prohibió o pidió encarecidamente que se volviera al decoro y austeridad. Se celebraron sínodos en los que las cofradías fueron reformadas o alguna fue incluso prohibida. Pero esto no acabó del todo con esos excesos.

Y así fue como con la llegada del Despotismo Ilustrado de Carlos III se vio que las numerosas cofradías, sus excesos y sus gastos, eran un problema que merecía una solución. Se encargaron unos informes con todas las hermandades, cofradías y otras asociaciones o gremios existentes, que celebrasen una o más fiestas al año. El 20 de febrero de 1777 el rey, prohibió los disciplinantes, empalados y penitentes de sangre como ya mencionamos más arriba. En 1780 declaró la supresión definitiva de las tarascas y gigantones del Corpus (enlace). Finalmente, el 25 de junio de 1783, suprimió las cofradías gremiales y todas aquellas que no tuvieran la aprobación civil o eclesiástica. Además, las que estuvieran aprobadas, serían reformadas con nuevas reglas.

Como consecuencia de la aplicación de estas normas, muchas cofradías dejaron  de salir durante un tiempo. O quedaron en situación de abandono. Incluso algunas desaparecieron para siempre.