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¿Vienes a Toledo el puente de diciembre, en Navidad las vacaciones de verano o Semana Santa? ¿Estás hecho un lío porque hay mucho que ver en Toledo? ¡Calma! Has dado con el sitio correcto para aconsejarte sobre tu estancia en la llamada Ciudad de las Tres Culturas.
Para empezar, ya te hablamos sobre cómo llegar o dónde aparcar en Toledo. Échale un vistazo si no quieres llevarte un recuerdo en el coche. Sitios donde comer encontrarás muchísimos, aunque aquí van algunas de nuestras recomendaciones. Pero ahora al turrón. ¿Qué puedes visitar en Toledo?
En anteriores post te hablamos ya de numerosos lugares que ver. Aparte de los clásicos (la Catedral y el Alcázar), la Sinagoga del Tránsito esconde tras sus muros una decoración riquísima y una historia triste de la población judía toledana. Aunque para decoración impresionante, la de la Iglesia de San Román. Sede del Museo de los Concilios y de la cultura visigoda, suele quedar fuera del itinerario de muchos. Esperamos que no del tuyo. Además te indicamos dónde y cómo poder visitarla en esta ruta nocturna por Toledo.
Por supuesto si te interesa ir más allá de las fotos y del “yo he estado aquí”, si quieres conocer a fondo los secretos de los monumentos y la ciudad, no te olvides de hacer alguna visita guiada por Toledo. Además que tienes para elegir. El típico free tour de acercamiento a la ciudad o una ruta por el Toledo subterráneo. Espacios arqueológicos a los que no se puede acceder si no es con un guía oficial como somos nosotros.
La pulsera turística de Toledo a su vez incluye monumentos imprescindibles. Ya te hablamos de algunos de ellos. Si nos sigues, recordarás la compleja historia de la sinagoga de Santa María la Blanca o el fascinante pasado de la Mezquita del Cristo de la Luz y el Real Colegio de Doncellas Nobles. El famoso cuadro del Greco “El Entierro del Señor de Orgaz” posee numerosas curiosidades así como el impresionante Monasterio de San Juan de los Reyes.
Hoy te hablamos de otro de esos monumentos incluidos en la pulsera turística de Toledo: la iglesia de san Ildefonso. O, como los toledanos la llamamos popularmente, la iglesia de los Jesuitas. ¿Adivinas quién la construyó? xD Sigue leyendo que su construcción se las trae.
Los jesuitas, unos grandes estrategas
La iglesia de san Ildefonso es un imponente templo barroco asentado sobre una de las zonas más altas de Toledo. De hecho, si contemplas la Ciudad Imperial desde alguno de sus miradores, observarás que existen tres grandes monumentos que por su tamaño o por su posición elevada destacan por encima del resto. Es notable la presencia del Alcázar, un símbolo del poder político y militar. La Catedral Primada es el símbolo del poder religioso por excelencia. Finalmente, la iglesia que nos ocupa es el símbolo de la religiosidad surgida tras la llamada Contrarreforma. La consecuencia del Concilio de Trento y recuerdo de la enorme influencia ejercida por la Compañía de Jesús.
La elevación estratégica de la iglesia de san Ildefonso podría parecer un hecho irrelevante. Al contrario, su importancia es trascendental. Simbolizaba la preponderancia de los jesuitas sobre otras órdenes religiosas. Esta elección evidencia la estrategia de los jesuitas de ubicar sus templos, colegios y residencias en lugares prominentes para obtener visibilidad, relevancia e influencia en cada una de las ciudades en las que se instalaban. En este sentido, era común que buscasen la proximidad de las catedrales y de los palacios arzobispales situándose en el corazón mismo de la urbe, cerca de las principales instancias de poder y de las casas de sus mayores benefactores. En este caso concreto todas las condiciones ideales convergían.
Además, se sumaba un hecho simbólico de gran relevancia. La iglesia se erige en el lugar donde, asegura la tradición, nació el arzobispo san Ildefonso, patrón de la ciudad. De esta manera, los jesuitas trataban de cimentar una opinión favorable por parte de los habitantes de la ciudad apareciendo relacionados con el imaginario religioso toledano. De hecho, la casa que aquí existía antes de que se edificase la iglesia contaba con una capilla que delimitaba la habitación en la que nació Ildefonso de Toledo. Coincide con la tercera capilla de la nave de la epístola de la actual iglesia. O lo que es lo mismo, la segunda capilla de la derecha según se accede desde el exterior.
La verdad sea dicha. Esto es una tradición completamente indemostrable que, en nuestra opinión, tiene su origen en que dichas casas fueran habitadas en el medievo por el poderoso linaje mozárabe de los Illán. Esta familia trataría de establecer una continuidad entre el remoto pasado visigodo y su propio presente, a través de los casi cuatro siglos de dominación islámica.
La complicada llegada de los jesuitas a Toledo
¿Cómo llegaron los jesuitas a nuestra ciudad? Como comprobarás, de una manera muy complicada. A pesar de su fulgurante expansión por la geografía europea durante los primeros años que siguieron a la fundación de la Compañía en 1540, no fue hasta 1557 cuando los Jesuitas consiguieron establecerse en Toledo. 15 años después de haberlo intentado por primera vez.
El responsable de esta demora fue el por entonces arzobispo de Toledo Juan Martínez Silíceo. ¿Te suena? ¿No? Échale un vistazo a este post del Real Colegio de Doncellas Nobles para familiarizarte con él y su institución. Aunque para resumir sus actuaciones, el cardenal Silíceo fue el gran impulsor de los estatutos de limpieza de sangre. Un mecanismo discriminatorio que obligaba a toda persona que desease formar parte de una institución acogida a dichos estatutos a demostrar que no tenía antepasados judíos, musulmanes o condenados por el Santo Oficio de la Inquisición. Esta norma afectaba, sobre todo, a los conversos. Los descendientes de los judíos que se habían convertido al Cristianismo con motivo del Edicto de Granada de 1492 firmado por los Reyes Católicos.
Como afirmamos en nuestras visitas guiadas por Toledo, si se desea conocer el origen de ciertos eventos históricos hay que esforzarse por comprender las mentalidades del pasado. Aunque a menudo se trate de un ejercicio verdaderamente complicado. En este sentido, los estatutos de limpieza de sangre no estaban fundamentados en una opinión personal del arzobispo Silíceo. Era una creencia por entonces plenamente arraigada en el imaginario colectivo según la cual la sangre era portadora de cualidades morales y de creencias religiosas. Por lo tanto, los descendientes de judíos, aunque nacidos ya cristianos, seguían siendo secretamente judíos. Podría decirse que, en términos de nuestra época, se trataba de una teoría de la conspiración. Los estatutos de limpieza de sangre pretendían evitar que los conversos formaran parte de las instituciones gubernamentales y eclesiásticas pues se sospechaba que una vez dentro de ellas tratarían de atacar a las mismas. O incluso revertir las disposiciones regias que les llevaron a abandonar su antigua religión.
La difusión de los estatutos causó un enorme revuelo y una fuerte resistencia pues suponía que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de los individuos. Algo completamente opuesto a la doctrina cristiana. A pesar de los recelos e incluso abiertas críticas por parte de numerosos miembros del clero y de las órdenes religiosas, con el paso de los años no quedaba apenas institución alguna que no se hubiese acogido a los mismos. Teniendo en cuenta que provenían de la máxima autoridad de la Iglesia de España.
Como es fácil adivinar, la Compañía de Jesús fue la orden religiosa que más tenazmente luchó contra los estatutos de limpieza de sangre. Muchos de sus miembros eran de origen converso o bien las principales familias conversas del reino eran sus mayores valedores económicos y políticos. Ya el propio Ignacio de Loyola desde la fundación de la Compañía había dado cabida a todo tipo de miembros, sin reparar en su linaje. Tanto es así que Ignacio afirmó que le habría gustado descender de los judíos porque así podría ser «pariente de Cristo Nuestro Señor y de Nuestra Señora la gloriosa Virgen María». El rector del colegio jesuita de Alcalá de Henares escribió que «se encuentra entre ellos más virtud que entre los cristianos viejos y los hidalgos». Y es más, el sucesor de Ignacio de Loyola como general de la orden fue un converso llamado Diego Laínez. En conclusión, los jesuitas no se escondían a la hora de dar cabida al elemento converso. De hecho, lo convirtieron en una de sus banderas. Así pues, los recelos del arzobispo Silíceo hacia los jesuitas no eran en absoluto infundados.
Ahora bien, la actitud de Silíceo llegó a un extremo demasiado hostil. Según relata el padre Bartolomé Hernández, en el contexto de una reunión mantenida entre Miguel de Torres, rector del colegio jesuita de Salamanca, y el arzobispo Silíceo con el fin de negociar la implantación de la Compañía de Jesús en la Ciudad Imperial: «El arzobispo ha hablado claro en esta segunda vez que fuimos yo y el doctor Torres a le hablar. Por ventura pensó que yo tenía raza de confeso [es decir, judío converso]. En fin, queriéndole intimar las bulas, digo pidiéndole licencia para ello, comenzó a decir que nos quemaría a todos».
Como reacción a esto los jesuitas pusieron en marcha la maquinaria diplomática recurriendo al nuncio papal en España, el cardenal Poggio. Éste le requirió al arzobispo que reconsiderase su postura. Silíceo respondió «que le dejase gobernar sus ovejas», a lo que Poggio replicó «deje a los de la Compañía, pues no son ovejas suyas, si no quiere que le envíe preso a Roma». La amenaza no surtió efecto y Silíceo llegó a sentenciar que «acá no es menester el Papa», por lo que estaba proclamando que el arzobispo de Toledo, primado de España, se consideraba al margen del control jerárquico de Roma. Le echó un par de narices, las cosas como son.
Por todo lo anteriormente expuesto, no fue hasta la muerte de Silíceo cuando los jesuitas pudieron establecerse en Toledo. Esto es, en el año 1557.
La compra de las casas del conde de Orgaz
Después de diez años complicados en los que habían mudado en varias ocasiones su residencia por no andar muy sobrados de recursos económicos, los jesuitas se hallaban residiendo en una casa pequeña y mal ubicada en la calle de Santo Tomé. Entonces, se encontraron con una oportunidad de oro que cambiaría su destino para siempre.
Todo comenzó con la figura de Juan Hurtado de Mendoza y Guzmán, III conde de Orgaz. Ojo, no es el que aparece en el célebre cuadro del Greco “El Entierro del Señor de Orgaz”. Es más, no era ni conde, si quieres saber más pincha aquí.
Este hombre puso sus casas a la venta con el fin de obtener liquidez con la que adquirir las alcabalas de la villa de Santa Olalla, de la que era señor. La gestión no era sencilla. Siendo casas de mayorazgo, no se podían poner a la venta sin el permiso del Rey. Para facilitar la obtención del permiso regio, la mejor opción era venderlas a una orden religiosa que las dedicase al culto divino. Aquí entra el jesuita Antonio de Mendoza, hermano del conde.
El conde debía resolver la situación con urgencia si quería llevar el negocio a buen puerto. Si sumamos el hecho de que el negociador era su hermano a las prisas del momento, el resultado fue una espectacular rebaja de los 20.000 ducados iniciales a 16.000 a pagar en un plazo de seis días. Si no eres un viajero del tiempo, lo más probable es que ahora mismo te estés preguntando cuánto dinero es eso. A nosotros nos encanta hacer este tipo de elucubraciones. Aunque hay que reconocer que es muy difícil encontrar fuentes fiables. Sin embargo, ¡estamos de suerte!
Se da la circunstancia de que menos de veinte años después de la venta de las casas del conde de Orgaz, El Greco recibió el encargo de su obra más célebre, el ya mencionado “Entierro del Señor de Orgaz”. De él existe abundante documentación y se conoce cuánto fue el dinero que recibió el artista: 1.200 ducados. En el año 2014 el artista y escritor Félix del Valle publicó en la revista Toletum de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo un maravilloso artículo titulado ¿Cuánto cobró El Greco por El entierro del Conde de Orgaz, en nuestros euros? En dicho artículo Félix del Valle concluye que El Greco cobró por sus servicios el equivalente a 43.273,39 euros. Esto nos lleva a la conclusión de que el precio de salida de la casa de Juan Hurtado de Mendoza era de 721.223 euros. Lo que a día de hoy cuesta una casa grande y lujosa en el centro de Toledo. Pero los Jesuitas pagaron 576.978. ¡Menuda rebaja!
No nos extraña que, según se cuenta, el propio Juan Hurtado de Mendoza después se arrepintió de la venta. Es más, su familia trató de deshacer la venta en los tribunales, con escaso éxito. Si bien los Jesuitas habían recibido una rebaja muy considerable, seguía siendo complicado reunir el equivalente a medio millón de euros actuales en tan solo seis días. Como no podía ser de otra manera, no faltó una mano salvadora. En este caso fue Bernardino de Alcaraz, que pagó 8.000 ducados por las casas de Santo Tomé salvando la operación in extremis. Se da la circunstancia de que su benefactor era un conocido converso. Y es que la batalla planteada al arzobispo Silíceo tuvo su recompensa.
La ampliación del solar
Una vez instalados los jesuitas en las casas del Conde de Orgaz, comenzó un largo proceso de expansión urbana que les llevó varias décadas de tejemanejes. Tanto es así que pasaron 60 años desde que se instalaron en su nueva morada hasta que comenzaron a construir la iglesia. No sólo el templo. Los Jesuitas deseaban construir también una casa profesa. Necesitaban de una gran cantidad de recursos económicos con los que no contaban. Según las constituciones de la Compañía de Jesús formuladas por Ignacio de Loyola, los jesuitas no podían tener rentas propias y debían subsistir de las limosnas y donativos que consiguieran. Esta situación la consiguieron sortear llevando a cabo lo que a día de hoy llamaríamos “chanchullo”.
Aparte de los jesuitas, presentemos a la otra protagonista de la historia: Estefanía Manrique. Una noble adinerada y piadosa, dama de corte de Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. En 1605 dejó en su testamento una fortuna que procedía del patrimonio familiar a los jesuitas con la condición de que erigiesen una iglesia dedicada a San Ildefonso. Ya de paso iba a ser la iglesia funeraria familiar. En ella podrían descansar ella misma, su también devoto hermano Pedro y algunos miembros más de su familia. El problema era que la mayor parte de la dotación no era en dinero contante y sonante, sino en rentas. Precisamente lo que había prohibido Ignacio de Loyola. Los jesuitas toledanos debieron pensar que si el fundador así lo había escrito bien hecho estaba. Quizás no le importaría si ponían esas rentas a nombre de un colegio jesuítico que habían fundado unos años antes - lo cual sí estaba permitido - y luego desviaban los fondos a la construcción de la iglesia y de la casa profesa. Dicho y hecho.
Con las arcas repletas de maravedíes procedieron a aumentar su solar. Aunque de nuevo contaban con un enorme escollo: la existencia de un hospital llamado de la Misericordia. Fue fundado en 1452 por la noble Guiomar de Meneses con la condición de que jamás se moviese de aquel lugar. Por tanto, la compra del hospital y su posterior demolición se antojaba imposible. Además un poco más arriba de sus casas, donde hoy se sitúa la plaza de San Román, existía un beaterio fundado por el esposo de Guiomar, Lope Gaitán - por eso se llamaban gaitanas - que tampoco estaban por la labor de moverse de su sitio. Sin embargo, no había nada imposible para los jesuitas. En palabras del profesor David Martín López en su tesis “Religión, poder y pensamiento político en la Monarquía Hispánica. Los jesuitas de la provincia de Toledo (1540-1621)” «desplegaron todo su arsenal diplomático en Roma y, cuando éste no fue suficiente, llegaron al extremo de la extorsión y el mobbing inmobiliario». Duras palabras.
¿En qué se basa David Martín para afirmar tal cosa? La Compañía de Jesús compró las casas circundantes del hospital y del beaterio. Así, el conjunto urbanístico jesuita fue cogiendo forma, quedando por encima de las dependencias hospitalarias y de las gaitanas, con el consiguiente deterioro de sus condiciones de vida. La falta de ventilación, luz solar y las bajas temperaturas que ello conllevaba, provocaron que los responsables del hospital se vieran abocados a ceder a la presión de los jesuitas. En realidad, el acuerdo fue ventajoso para ambas partes. A cambio del hospital les entregaron las casas de los Lasso de la Vega que previamente habían adquirido los jesuitas con el fin de incluirlas en la permuta.
Como dato curioso, en esas casas había nacido el poeta Garcilaso de la Vega, hecho que justifica la existencia de una escultura en el centro de la plaza de San Román. Para saber más sobre ello, no dudes en apuntarte a este tour nocturno por Toledo. No te defraudará.
El hospital de la Misericordia siguió funcionando en su nueva localización hasta 1933. Varias décadas más tarde fue demolido casi en su totalidad para construir viviendas. Sin embargo, todavía queda en pie una parte en la plaza de Padilla funcionando como facultad de Humanidades de la Universidad de Castilla-La Mancha. Por su parte, las gaitanas también terminaron cediendo y se trasladaron por mediación de la familia de la Palma Hurtado - de nuevo, acaudalados conversos - a una nueva localización en la plaza de San Vicente, donde todavía permanecen.
De este modo concluía el proceso de adquisición de inmuebles en torno a las antiguas casas de san Ildefonso. Se alcanzó un volumen importante de propiedades en la ciudad solamente comparable con las posesiones de la Catedral (enlace). A partir de este momento, el crecimiento horizontal de esos años dejaría paso al vertical, que se alargaría durante un siglo y medio.
Las obras de la iglesia comenzaron oficialmente a principios de 1629, aunque en los años previos ya se habían producido trabajos de cimentación. El proceso de construcción fue muy lento y con altibajos por falta de recursos. Tanto es así que se puede afirmar que la iglesia de san Ildefonso es el segundo templo en el que más se alargaron las obras de construcción. Solamente fue superada por la Catedral. Las obras de la Iglesia de san Ildefonso finalizaron en 1765. Dos años después la Compañía de Jesús fue expulsada de todos los territorios de la Monarquía Hispánica. Pero eso es otra historia.
La fachada de la iglesia
Al encontrarte frente al templo llama poderosamente la atención su monumental fachada, que tardó un siglo en terminarse. Consta de tres cuerpos con columnas lisas y capiteles de orden corintio, con cinco estatuas dentro de hornacinas, obra de los italianos Matías Carmannini y Félix Bambi. Se trata de los cinco miembros de la Compañía de Jesús que, hasta entonces, habían sido canonizados. Por lo tanto, la fachada presenta un elaborado discurso iconográfico para explicitar que los varones que fundaron la Compañía y que más se destacaron en sus inicios fueron elevados a los altares. Nadie podía ya poner en duda la santidad y la virtud de la Compañía. Nada es casual ni se trata de meros adornos.
En el primer cuerpo, empezando desde abajo, se encuentran las tallas de san Francisco Javier a la izquierda, y san Francisco de Borja, a la derecha. Es fundamental explicar la iconografía que distingue a estos cinco santos jesuitas pues es un anticipo de lo que verás en el interior en decenas de representaciones.
Francisco de Jasso y Azpilicueta, nacido en la localidad navarra de Javier, fue compañero de Ignacio de Loyola y fundador de la Compañía. Suele ser representado portando un crucifijo, símbolo de la labor misionera a la que dedicó toda su vida, hecho por el cual es conocido como el apóstol de las Indias.
Por su parte, Francisco de Borja porta en su mano derecha un cráneo. Un símbolo de la conversión que sufrió el que fuera duque de Gandía. En 1539 murió en Toledo la esposa del Emperador Carlos V, Isabel de Portugal. Francisco organizó la comitiva que llevaría el cadáver de la reina hasta la Capilla Real de Granada. 17 días de viaje que, a pesar de los intentos por pararla, produjeron la descomposición del cadáver. Cuentan que en Granada Francisco quedó impresionado tras contemplar el rostro sin vida de la reina. Al parecer afirmó «he traído el cuerpo de nuestra Señora en rigurosa custodia desde Toledo a Granada; Jurar que es Su Majestad no puedo. Juro que su cadáver se puso ahí». Tras las exequias recuerda la tradición que le comentó a un allegado: «Nunca volveré a servir a señor que se me pueda morir». Sin embargo, no fue hasta la muerte de su propia esposa siete años después, cuando decidió entrar en la Compañía de Jesús.
Debajo de los santos vemos los escudos de armas de los fundadores Pedro y Estefanía Manrique de Castilla. Por expreso deseo de Estefanía, el motivo principal de la fachada debía estar dedicado a san Ildefonso y la imposición de la casulla. En un alto relieve de mármol llevado a cabo por el escultor Diego Rodríguez se aprecia este “logotipo Toledo”, situado encima de la puerta principal. ¿En qué consiste la escena, o como lo llamamos, el “logotipo”? San Ildefonso arrodillado recibe de manos de la Virgen la famosa casulla rodeada por un coro celestial. En el post sobre el espectáculo nocturno de Puy du Fou España ya te hablamos brevemente de este milagro. La representación del milagro en la iglesia de los Jesuitas presenta una pequeña diferencia respecto a otras. En el ángulo inferior izquierdo se puede observar a la propia Estefanía Manrique como invitada de excepción.
En el segundo cuerpo vemos la estatua de san Luis Gonzaga a la izquierda y san Estanislao de Kostka a la derecha. El primero es representado con un ramo de lirios en su mano. Es un símbolo de la pureza con la que dejó este mundo pues murió a los 23 años ocupándose de los enfermos durante una epidemia de peste bubónica. Por haber muerto a una temprana edad y por su vocación de servicio, es considerado el patrón de la juventud católica. El segundo murió también muy joven, con tan solo 17 años. Según cuentan, sufrió una experiencia mística en la que vio como la Virgen María le ponía al Niño Jesús en sus brazos. De ahí que sea representado de esta manera. Por haber muerto durante el noviciado, es el patrón de los novicios.
Por último, presidiendo la fachada, por encima de las demás tallas, encontramos a san Ignacio de Loyola portando un estandarte. Un símbolo de la iglesia militante que inició este soldado vasco que, tras presenciar los horrores de la guerra, decidió fundar una compañía para luchar por Cristo no con los armas, sino con la palabra.
A ambos lados destacan dos grandes torres de más de 50 metros de alto, construidas en ladrillo y granito. Se puede acceder a ellas después de subir 131 escalones y desde las que te encontrarás las mejores vistas de Toledo. Sin duda el esfuerzo merece la pena.
El mejor trampantojo de Toledo
Al entrar en la iglesia, el color blanco y la luz son los protagonistas. El templo, de una sola nave y con seis capillas laterales, está claramente inspirado en la iglesia del Gesú de Roma como el resto de iglesias de fundación jesuita. Se podría decir que son como una franquicia. Destaca el crucero con cúpula que se levanta sobre cuatro pechinas con los escudos de armas de los hermanos Manrique de Castilla y se remata con una linterna que aporta luminosidad. Cuenta con nueve retablos en total: los seis de las capillas laterales, uno en cada brazo del crucero y el retablo mayor.
El más destacable es el que se encuentra en la capilla mayor. Además es uno de los mejores ejemplos de retablo en perspectiva o “trampantojo” de todos los retablos españoles. Un trampantojo es, como la propia palabra indica, una trampa para el ojo. Es casi imposible distinguir al entrar en la iglesia que todos los elementos de los que se compone están pintados.
Esta genialidad fue obra de los hermanos Luis y Alejandro González Velázquez. Está pintada al fresco y, de nuevo, hace referencia a la imposición de la casulla a san Ildefonso, pero esta vez con una gran cantidad de detalles. En el centro la Virgen, rodeada de ángeles, está descendiendo de los cielos para entregar a san Ildefonso la casulla bordada por ella misma. El santo, arrodillado, espera su llegada. Más abajo, un ángel sostiene el libro escrito por san Ildefonso en el que defendía la perpetua virginidad de la Virgen, mientras otros ángeles queman los escritos heréticos que la negaban. Todo ello rodeado de un marco que es el único elemento que sí tiene relieve junto con un medallón circular, situado encima del mismo. El medallón tiene la imagen de san Eugenio, primer obispo de Toledo según la tradición y también patrón de la ciudad. En el resto de la composición vemos arquitectura fingida que crea una ilusión de retablo semicircular con columnas. A los lados, de nuevo, san Ignacio de Loyola y san Francisco de Borja.
Una puerta al lado derecho del retablo mayor nos lleva a una pequeña capilla llamada comúnmente ochavo, por la forma octogonal de la misma. Este detalle no es casualidad puesto que el número ocho representa la eternidad. En ella se guardan las reliquias del templo. El color rojo de las paredes alude a la sangre de los mártires y santos. El armario relicario lo encontramos a la derecha, obra de Pedro de Luna. Debajo de él están enterrados Juan de Mariana y el padre Jerónimo de Ripalda, los más importantes miembros de la orden que vivieron en la Casa Profesa de Toledo. Estos espacios comenzaron a ser fundamentales en los templos después de la Contrarreforma. Los protestantes criticaban duramente la veneración de reliquias por lo que su importancia en el Catolicismo aumentó. Si ya eran antes objetos casi mágicos que tenían el poder de curar a un enfermo, ahora se iba a las iglesias a rezarlas. Además se podía medir la importancia de una iglesia según el número de reliquias que albergaba. Si visitas este ochavo, te puedes hacer una idea de lo importante que llegó a ser la iglesia de los Jesuitas en Toledo.
En conclusión, como has comprobado si nos sigues, cada monumento en Toledo cuenta con un sinfín de historias. Cada una de ellas es fundamental si quieres comprender cuál es el valor del monumento y su significado en la historia de la ciudad. En este caso, parece que la de los Jesuitas es simplemente una iglesia. Una especialmente grande. Pero es mucho más. Es un símbolo de una época y un recuerdo de la presencia en Toledo de la que quizás es la orden religiosa más poderosa e influyente en la historia de la religión católica. Confiamos en que nuestras palabras sirvan para acercarte a este magnífico templo, museo del arte y de la cultura del barroco. No solo para subir a sus esbeltas torres.