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10 de septiembre de 2021La senda ecológica de Toledo: más tradiciones y leyendas
Muchos de nuestros visitantes disfrutan y se sorprenden con la cantidad de anécdotas y leyendas que contamos en nuestras rutas. Hoy hemos querido recopilarte algunas de ellas mientras hacemos el recorrido de la senda ecológica de Toledo.
Desde cómo el Tajo convirtió Toledo en un peñón a quién fue el artífice de la corona de Isabel II, asombrosas historias que hoy forman parte del glosario de leyendas toledanas.
Cuenta la leyenda que en el lugar donde hoy día se levanta Toledo había una montaña muy alta que desde su privilegiada posición se burlaba de un arroyo que corría por su lado. El arroyo fue creciendo con el paso del tiempo convirtiéndose en un caudaloso río. A pesar de ello, la montaña continuaba llamándole «arroyuelo» y riéndose de él, hasta que un día el poderoso río dijo basta. Retrocedió y retrocedió para, con todas sus fuerzas, arremeter contra la montaña a la que partió en dos. A partir de entonces, el río rodearía el peñón resultante y por su gran hazaña sería conocido como el río Tajo.
Es bien conocido que Toledo no sería lo que es sin nuestro apreciado río. A lo largo de los siglos ha proporcionado protección, agua, alimento, y por qué no decirlo, entretenimiento y alivio ya que el baño en él estaba permitido. ¡Si hasta llegamos a tener una playa en los años 60! Qué bien vendría para estos calores de verano. Desgraciadamente, en 1972 se prohibió el baño por los vertidos de las industrias de Madrid a los afluentes del Tajo.
Puede que ahora no podamos disfrutar al 100% del río, pero en cambio podemos pasear por sus riberas gracias a la senda ecológica. Un paseo que forma parte del Camino Natural del Tajo, de más de 1.000 km desde su nacimiento en la Sierra de Albarracín (Teruel) hasta la frontera con Portugal.
El tramo comprendido entre los puentes de Alcántara y San Martín es bien conocido por los toledanos y en cambio poco por los que visitan nuestra ciudad. Una zona muy agradable de pasear (eso sí, en verano hay que hacerlo bien pronto o al atardecer) y en la que se mezclan naturaleza, vestigios del pasado, leyendas y tradiciones.
El Castillo de San Servando y el Templario Don Nuño Alvear
Un paseo de 4 km que comienza el paseo dejando atrás el Puente de Alcántara, construcción de origen romano y reformado en siglos posteriores. Dicho puente permitía el acceso a la ciudad y divisar el vado donde confluían distintas vías de comunicación de Toledo. Donde hoy tenemos el Castillo de San Servando, edificación romana, los árabes levantaron una fortaleza que más tarde utilizarían también los cristianos. Todos tuvieron claro que este lugar era estratégico para la protección y seguridad de la ciudad.
Se dice incluso que ese castillo lo llegaron a utilizar los mismísimos caballeros Templarios para defender la entrada a Toledo desde el este, aunque no se ha encontrado documento que dé fe de ello. Eso sí, esta anécdota a dado pie a la popular leyenda que tiene como protagonista a un mal caballero Templario: Don Nuño Alvear.
En una noche fría de noviembre en la que estalló una tormenta terrible, a nuestro caballero le tocaba hacer guardia en las almenas del castillo. Con la que empezó a caer, don Nuño dejó su puesto y se dirigió al gran salón para sentarse a lo calentito del fuego donde caería en un sueño profundo. Pasada la medianoche, el sonido de las aldabas de las puertas le sobresaltó. Alguien pedía refugio en el castillo. Don Nuño, tan cómodo que estaba, ni se movió de su asiento hasta que de repente las puertas se abrieron solas y por ellas entró una anciana vestida de negro, encorvada, apoyándose en un bastón. Cuando llegó a la altura del caballero, le señaló con su vara y le dijo:
“Don Nuño, mal Templario, he venido a buscaros. Soy la Eterna Peregrina a la que nadie abre la puerta gustosamente. Vos vais a pagar por lo que vais a ver”
A continuación, giró su bastón al fuego del hogar y de entre las llamas aparecieron los rostros de Gibelina, una mujer a la que don Nuño amaba en secreto, pero al no ser correspondido, ahogó en el Tajo. Tras ello, apareció el rostro de un hombre, el amado de Gibelina, el cual también había sufrido las envidias del mal Templario…
A la mañana siguiente, cuando el resto de los caballeros Templarios llegaron al gran salón, se encontraron a don Nuño muerto a los pies de la chimenea pues en verdad esa anciana no era otra que la Muerte quien había venido a llevárselo por sus pecados.
Todavía se dice que el fantasma de don Nuño sigue vagando por el castillo, el cual es un albergue juvenil, aunque estamos seguros de que tampoco molesta tanto.
En el merendero al inicio de la senda, también se ven restos de lo que fue el acueducto romano de Toletum, el cual proporcionaba agua a la ciudad. Una estructura que tenía 38 km y de la que en este punto se aprecia uno de sus estribos.
Pero dejemos ya el merendero y empieza a caminar por la senda.
En este primer tramo de la senda tienes que poner especial atención si vas con niños, pues a tu izquierda encontrarás un precipicio hacia el río que, aunque esté vallado, no debes descuidar la atención al caminar.
Continúa avanzando y te encontrarás con el imponente Cerro del Bú en el que tenemos restos arqueológicos de la Edad del Bronce, de los carpetanos (ese pueblo prerromano que crea un primer asentamiento tanto aquí como en el peñón donde está Toledo) e incluso árabes.
La bella Zahira y el arroyo de la Degollada
A los pies de este cerro llega el conocido como el Arroyo de la Degollada, que debe su nombre a otra historia legendaria cuyos protagonistas son dos amantes: el caballero cristiano Rodrigo de Lara y la bella mora Zahira
Toledo acababa de ser reconquistada por los cristianos y nuestro caballero se topó con esa bellísima mujer asomada a la ventana de su casa y de inmediato se enamoraron. Tras muchas noches viéndose a escondidas, la bella Zahira le confesó su deseo de convertirse al cristianismo para lo cual Rodrigo la llevó sobre su corcel hacia ese arroyo para bautizarla.
Por el camino la pareja se encontró con un par de musulmanes, armados y a caballo, que de inmediato pensaron que Zahira había sido secuestrada por el cristiano. La pareja huyó de ellos, pero les seguían bien de cerca, hasta que al llegar al arroyo una de las cimitarras árabes alcanzó el cuello de Zahira, degollándola. Rodrigo se vengó acabando con la vida de los musulmanes, para a continuación coger la cabeza de la bella Zahira y bautizarla en las aguas de aquel arroyo.
La Romería de la Virgen del Valle, José Navarro y la corona de Isabel II
Si continuas tu paseo hasta llegar a una zona habitada por la que bajarás unas escaleras hasta la barca del pasaje, festividad muy toledana donde los vecinos van de una a otra orilla con motivo de la Romería de la Virgen del Valle. Un día para disfrutar de amigos y familiares y de bocadillos de tortilla de patata. Y si oyes sonar la campana de la ermita, eso es que alguna pareja quiere casarse y así le piden a la sagrada imagen que les conceda la gracia ese año.
Junto a la barca pasaje se encuentra la famosa Casa del Diamantista, donde vivió en el Siglo XIX el orfebre José Navarro. Se cuenta que, aún estando retirado de su tarea con 42 años, recibió el encargo de fabricar la corona para Isabel II y no pudo negarse a tal solicitud.
Cuenta la leyenda que en principio José Navarro no era capaz de dibujar un diseño apropiado para la corona abrumado por la responsabilidad de hacerle la corona a la Reina. Los días iban pasando sin ningún resultado y el cansancio de estar día y noche haciendo pruebas empezó a hacer mella en él. Una noche no pudo remediarlo y se quedó dormido encima de su cuaderno de bocetos. Cuál fue su sorpresa cuando a la mañana siguiente se encontró con un dibujo de una corona increíble, bellísima y adecuada para una reina. No recordaba haberlo dibujado él, pero no se puede fiar uno de uno mismo con el cansancio.
Empezó a estudiar ese dibujo y las formas para fabricar esa corona, y se dio cuenta que las piedras preciosas que necesitaba eran muy difíciles de encontrar. En Toledo no las había y luego había que tallarlas de una forma muy específica y difícil. Estuvo todo el día pensando en formas de resolver este problema, pero llegó la noche y el cansancio le envolvió de nuevo. Cuál fue su sorpresa al día siguiente cuando se encontró encima de la mesa las piedras preciosas que necesitaba talladas en la forma necesaria.
El orfebre empezó a sospechar ya que algo iba mal, con lo cual esa misma noche fingió estar dormido y cuál fue su sorpresa cuando vio entrar a su estudio a unos seres diminutos, vestidos de colores, que empezaron a fabricar la corona con una rapidez y una fuerza que no era normal para ellos. Una vez terminaron, esos duendecillos salieron por la ventana y el orfebre los vio adentrarse en las aguas oscuras del Tajo donde se perdieron para siempre. ¡Qué no habrá en las aguas del río!
La senda continúa por una zona más llana y pavimentada dejando a tu izquierda el río. Además, te encontrarás con restos de antiguos molinos y pequeñas centrales eléctricas del siglo XIX y XX; con vestigios de la muralla del perímetro de la ciudad como la Torre del Hierro, una torre albarrana del siglo XII, o la Torre de Alfarach en un pésimo estado de conservación.
Llegarás a otro tramo en el cual el sendero pavimentado se convierte en camino de tierra, siempre con el río a nuestros pies, y poco a poco nos dirigiremos al Puente de San Martín construido en el siglo XIII después que una riada destruyera un antiguo puente de barcas. Antes de llegar, no olvides levantar la vista hacia tu derecha para ver la Roca Tarpeya toledana. Tanto esta famosa roca como el imponente puente cuentan con otras dos leyendas.
Pero si quieres descubrirlas tendrás que venirte de ruta con nosotros.