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¿Conoces la famosa obra del Greco “La Inmaculada Oballe”? Te daré una pista: se encuentra en el Museo de Santa Cruz de Toledo. Y te contaré más de quien pago y le dio su nombre, Isabel de Oballe.
Soñar con una vida mejor en las Indias
Isabel vivió junto a su familia en el barrio de San Lucas (Toledo, no te vayas más lejos, todavía no). No podemos localizar el lugar exacto, por los cambios que ha sufrido el barrio desde el siglo XVI (¿imaginas no?), pero se piensa que su domicilio debía estar algo más abajo del actual colegio de San Lucas y María.
Su familia era humilde, sin penurias ni lujos. De padre salmantino, sofiel (o administrador) del Ayuntamiento de Toledo, además de tornero y madre oriunda de Esquivias, un pueblo a 30 km de la ciudad toledana. Isabel vivió rodeada de tías y primas y de un vecino, Bartolomé de Robledo, de quien tenemos el testimonio que nos indica el motivo de su decisión de viajar a las Indias:
“Juan de Oballe. sofiel, y Juan de Oballe, su hijo, aporreaban a la dicha Isabel de Oballe y la trataban mal por algunas causas hasta que de aburrida se fue a las Indias».
Bartolomé Robledo
El viaje al Nuevo Continente fue duro, mucho más siendo una mujer soltera. Primero tuvo que recorrer peligrosos caminos hasta Sevilla. Allí hubo de tramitar los permisos para el viaje y reunir todo lo necesario para la travesía. Además de comida, agua y utensilios de cocina, necesitaría buena provisión de ropa ante la imposibilidad de lavarla durante el viaje.
La falta de intimidad durante el viaje, (las letrinas eran abiertas y en la cubierta del barco) el peligro de violación constante, las plagas de ratas, cucarachas y chinches, así como tormentas y los ataques de piratas nos dicen mucho sobre la valentía y determinación de Isabel por comenzar una nueva vida en las Américas.
2 bodas, un funeral, el testamento y ningún bautizo en la Ciudad de los Reyes.
La Ciudad de los Reyes, conocida hoy por la capital de Perú, Lima, acogió a nuestra toledana con los brazos abiertos. Se casó en dos ocasiones, con Cristobal de Burgos y Pedro Lopez de Sojo, a la muerte de Cristobal. Estos matrimonios la ayudaron a tener una vida acomodada aunque sin hijos, por lo que decidió dedicar su fortuna y esfuerzo a la caridad.
Isabel quiso volver a Toledo, no sin antes redactar testamento, dado los peligros que entrañaba un nuevo viaje a España. En el testamento nombra heredero universal a su marido, Pedro con la única condición de que no volviese a casarse. No la hizo ni caso, por cierto.
En este testamento expresa su deseo de crear una capilla en la Iglesia de San Vicente Mártir, en Toledo dónde quería ser enterrada. Además, en este testamento, incluye una dote para las doncellas huérfanas y de buena casta, a ser posible de su familia o la de su marido.
Su deseo de pisar tierras toledanas de nuevo no se cumplió en vida. Por informaciones que hemos consultado, unas apuntan a que murió en las Indias y otras, la mayoría, que murió en Sevilla tras su llegada a España. Primero fue enterrada en Sevilla y después se trasladaron sus restos a Toledo, lo que no tenemos es la fecha de este traslado.
Isabel también dejó escrito que quería un retablo para la Iglesia de San Vicente de Toledo, encargado en primer término a Alejandro Sémini, y al morir, este se traslada el proyecto al Greco, quien cambiará la técnica, de fresco a óleo, y las dimensiones del retablo.
Los lienzos que formaron el retablo fueron; San Ildefonso, patrón de la ciudad, San Pedro, guardián de las puertas del cielo, la Visitación de Santa Isabel, por ser el nombre de la benefactora, y La Asunción o Inmaculada Concepción. Es esta última es la que ha llegado hasta nuestros días como La Inmaculada Oballe, considerada como una de las obras maestras del pintor y hoy puede contemplarse en el Museo de Santa Cruz en Toledo.
La Inmaculada de Oballe estuvo en la Iglesia de San Vicente hasta 1961. Fue trasladada hasta 2003 al depósito del Museo de Santa Cruz. De allí salió hacia el Museo del Prado para su estudio y restauración. Tras su restauración y a cambio de los trabajos realizados en el museo madrileño, se realizó una exposición temporal en 2004 llamada “El Greco y la Capilla Oballe . En la exposición se recreó la colocación de la Iglesia de San Vicente, llevando también los cuadros de San Ildefonso y San Pedro del Escorial.
Volvieron a juntarse para la exposición “El Griego de Toledo” en 2014 que fue la exposición más visitada de la historia de España y para la exposición del mismo año “El Greco: arte y oficio”.
¿Y qué pasó con el resto de cuadros que formaban el retablo?
Los otros cuadros del retablo, el de San Ildefonso y San Pedro, colocados en la capilla, se dice que no fueron pintados por el Greco y que son copias, quedando los originales en manos de su hijo, Jorge Manuel. Estos originales llegaron al Alcázar de Madrid gracias a la intervención de Velázquez y de allí, fueron trasladados al Escorial en 1861. Allí continúan. Sin embargo, las copias se conservan en el Museo de Santa Cruz.
En cuanto a la Visitación de la Capilla de Oballe es una duda en estos momentos. Se daba por hecho que su original, del que se conservaba un recorte, se encontraba en Washigton. Pero en 2014, fecha del cuarto centenario de la muerte del Greco, se conoció la existencia de otra obra en una colección privada. Se expuso en el Museo del Greco en 2018 y su director mostró bastante seguridad sobre su autenticidad, incluso la historiadora de arte, Maria del Mar Doval, opina que esta es de mayor calidad que la de Washigton. Aún así todo lo relativo a esta obra continúa siendo un misterio pues sus propietarios, anónimos, han denegado cualquier opción a que se realicen pruebas para comprobar su autenticidad.
Hoy solo podemos imaginar cómo fue la Capilla de Oballe, pues hoy se encuentra desnuda, en la que fuera alguna vez la Iglesia de San Vicente Mártir.
El deseo de Isabel de Oballe es ya solo un recuerdo.