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Sin ningún lugar a dudas, El Sueño de Toledo es el espectáculo más memorable de todos los que ofrece Puy de Fou. Sin embargo, como es habitual en este parque temático español, en ocasiones es complicado saber qué te están mostrando. La narración sigue un orden cronológico bastante preciso, por lo que puedes intuir buena parte de su significado. Pero, como nos gustan los retos, vamos a tratar de desentrañar todas y cada una de las claves históricas de este maravilloso sueño para que no te pierdas detalles.
Antes de entrar a diseccionar la narración, hay que destacar la belleza de la escenografía. ¡Parece que Toledo se presenta ante nuestros ojos! Sin embargo se trata de una mezcla fantasiosa de diferentes monumentos de la ciudad. Sí, vemos ante nuestros ojos la Puerta de Alfonso VI, rey que forma parte de El Último Cantar. Pero inmediatamente detrás vemos un híbrido entre la Mezquita del Cristo de la Luz y la Iglesia de Santiago del Arrabal. El Alcázar o la Catedral, dos monumentos imprescindibles son dos grandes ausentes. Cierto que el escenario es grande, pero no tanto. Aunque dejamos ahí la propuesta como reto.
¡Y por fin comienza el espectáculo! Un viejo azacán avanza lentamente junto a su asno. Azacán es el nombre que recibían quienes subían el agua del río Tajo hasta el corazón de la ciudad. Podríamos pensar que se trata simplemente de un pretexto para contar una historia, pero, como él mismo cuenta, es un símbolo del paso del tiempo que corre lentamente como las aguas del río Tajo. Es también guardián de la memoria de la ciudad. En su camino, el azacán encuentra a María del Sagrario, símbolo de la mujer toledana, pues al ser la Virgen del Sagrario la patrona de la ciudad, muchas toledanas se llaman de esta manera. Con la música del rabel que toca María comienza un viaje en el tiempo que te llevará al Toledo visigodo.
Si bien la historia de Toledo se remonta mil años antes de la llegada de los visigodos, la conversión del rey Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589) es el punto de partida de El Sueño de Toledo. Debemos saber que Toledo fue la capital de los visigodos durante casi dos siglos, por lo que fue llamada Civitas Regia. Es decir, “la ciudad de los Reyes”. En ella se celebraron 17 de estas asambleas de la monarquía y la iglesia visigoda. El III Concilio de Toledo, presidido por el obispo San Leandro de Sevilla, es de especial relevancia para la historia de España. Significó el abandono de las creencias arrianas de los gobernantes visigodos con el fin de congraciarse con la población mayoritaria del reino que gobernaban, es decir, hispanorromanos católicos, mientras que los visigodos solo eran una minoría de origen extranjero. ¿Cuál era la diferencia entre arrianos y católicos? Fundamentalmente una: que los arrianos creían que Cristo era hijo de Dios, pero no Dios en sí mismo, lo cual atacaba el dogma de la Santísima Trinidad. Puede parecer poca cosa, pero esto dio lugar a una inestabilidad política constante al acusarse mutuamente de herejía. De ahí que Recaredo acabase cediendo y afirmara “credo in unum deum”, creo en un único Dios y proclamase que “hispanos y godos seamos ahora un solo pueblo”.
Mención especial para un objeto que aparece en escena. Una gran corona dorada que, en realidad, existe, aunque con un tamaño mucho menor. Se trata de una de las coronas del Tesoro de Guarrazar, desenterrado en 1858 en la localidad de Guadamur, a escasos 3 km de Puy de Fou. En El Misterio de Sorbaces te contamos más sobre la fascinante historia del descubrimiento de este tesoro.
A continuación se recrea la gran leyenda sobre la caída del reino visigodo. Una leyenda que, con solo oír su nombre, los toledanos nos transportamos a nuestra infancia al tratarse de una de esas historias que nuestros abuelos nos contaron cuando éramos niños. La Pérdida de España, también conocida como el Baño de la Cava. Cuenta la leyenda que don Julián, conde de Ceuta, envió a su hija Florinda, conocida como “la cava”, a la corte toledana en tiempos del último rey visigodo: don Rodrigo. Florinda se bañaba en el río Tajo, en un paraje que todavía hoy conocemos como el “Baño de la Cava”, junto al puente de San Martín. El rey se enamoró de ella, pero no fue correspondido, por lo que decidió forzarla. “Florinda perdió su flor, el rey padeció castigo…” cantaban nuestros antepasados. Al descubrir tan desgraciado hecho, don Julián decidió vengarse de don Rodrigo y ayudó a los árabes a invadir su reino, muriendo Rodrigo en el campo de batalla de Guadalete.
Con la llegada de Tariq ben Ziyad, líder de la tropa invasora, se desata un baño de sangre espectacular, tiñéndose de rojo toda la ciudad. Sollozando, María afirma “están todos muertos, Toledo ya no existe”. Hay que decir que esto es bastante inexacto. La realidad histórica apunta a una conquista incruenta, aunque no pacífica, de la capital del reino visigodo. Sencillamente, los invasores encontraron que la ciudad estaba abandonada, pues sus habitantes habían huido. Por tanto, no existió tal baño de sangre, sino una toma estratégica de la ciudad y de sus estructuras de poder por parte de los invasores musulmanes.
Del 711 saltamos al 1060, a los tiempos del rey al-Mamún, el más destacado de los reyes taifas toledanos. Tras la desaparición del califato de Córdoba, al-Ándalus se disgregó en decenas de reinos independientes, conocidos como taifas. Sin duda, la más poderosa y extensa de todas ellas fue la de Tulaytula, en la que reinó la dinastía Banu Di-l-Nun. A ella perteneció al-Qádir - quien aparece en El Último Cantar - y que rindió la ciudad a Alfonso VI en 1085. Lo más impactante de esta escena es el palacio de cristal que emerge de las aguas. Al parecer, verdaderamente existió en una huerta llamada “de la Noria” del palacio de al-Mamún. En realidad, dicho palacio se trataría de una qubba de cristal por la que caía el agua como si fueran cortinas y donde unas grandes velas creaban efectos de luz, según cuentan las crónicas de la época.
De nuevo asistimos a una de las leyendas más populares de la ciudad. Un príncipe musulmán se marcha de Toledo para buscar ayuda militar ante un inminente ataque cristiano. Antes de marchar, se despide de su amada Sobeyha - en el espectáculo se llama Zaida - que sería nada menos que la hermana del rey al-Qádir. Al regresar el príncipe, éste observa desde la distancia que del alcázar cuelgan pendones cristianos, por lo que la ciudad ha sido tomada en su ausencia. En un último intento desesperado por retomar la ciudad acampa entre las peñas al sur del río Tajo, donde muere víctima de una emboscada. Cuenta la leyenda que el fantasma del príncipe salía todas las noches de su sepultura para mirar a Toledo desde las alturas, para finalmente suplicarle a Alá que lo convirtiese en piedra, y así anhelar a Tulaytula por toda la eternidad. ¿Cómo se llama esta leyenda? La piedra del Rey Moro. Existe junto a la ermita del Valle un roquedo que, dicen, se asemeja al rostro de un musulmán que mira a la ciudad tocado con un turbante. ¿Te gustan las leyendas? En este otro post te contamos los relatos legendarios del Valle y la conocida senda ecológica de la ciudad.
Paralelamente, tras marchar el príncipe musulmán hemos presenciado la llegada de las tropas cristianas. Un detalle: parte de esta tropa va engalanada con los emblemas de diferentes órdenes militares. Esto es sencillamente imposible, pues éstas surgieron varias décadas después. En el momento en que Alfonso VI entra en la ciudad, su caballo se detiene y dice observar una luz que sale tras un muro. El rey ordena tirar el muro y encuentran la cruz de Santa Leocadia, “que abrazó Recaredo en el momento de su conversión” y afirma que ha estado iluminada desde los tiempos de los godos. Pues bien, esto es una extraña reelaboración de otra leyenda popular, la del Cristo de la Luz. La leyenda cuenta que lo que encontraron fue la imagen de un Cristo acompañado de una lámpara, lo cual da más sentido al nombre de la leyenda. Lo de la cruz de Santa Leocadia es una pura invención que dificulta la comprensión de la leyenda. Si quieres leer más sobre el lugar donde dicen ocurrió este milagro, pincha aquí.
A continuación, avanzamos 150 años hacia adelante en la Historia. En 1195 las tropas del califa almohade Yusuf II infligieron al rey Alfonso VIII de Castilla una terrible derrota en Alarcos, a pocos kilómetros de la actual Ciudad Real. La continuidad de Toledo como ciudad cristiana estaba bajo amenaza, por lo que el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada acudió a Roma a solicitar al papa Inocencio III la predicación de la bula de Cruzada. La situación era crítica y requería de la unión de los reyes cristianos para salvar a Toledo. Y así se fraguó una de esas batallas que cambian la Historia: las Navas de Tolosa, 1212. Sin embargo, al azacán le bailan los datos y las fechas pues, a pesar del tono grandilocuente, el lema “Santiago y cierra, España” no se comenzó a utilizar hasta varios siglos después. Además el rey de León no fue a la batalla, sino el de Aragón y la orden de Montesa no se fundó hasta 1317. Sí es cierto que la victoria cristiana sobre el imperio almohade en Las Navas de Tolosa dio lugar al comienzo de la construcción, en 1226, de la Catedral gótica por iniciativa del rey Fernando III de Castilla, llamado el Santo. La Catedral Primada se edificó sobre una anterior mezquita que, a su vez, asegura la tradición, ocupaba el lugar donde estuvo la basílica visigoda en la que sucedió el milagro de la imposición de la casulla a San Ildefonso. Esto se muestra de una manera bastante espectacular a través de una serie de ángeles que bajan del cielo. Es fundamental conocer esta tradición si quieres entender Toledo, pues es parte esencial de su imaginario histórico y es omnipresente a lo largo y ancho de la ciudad. En pocas palabras, Ildefonso fue un obispo visigodo que escribió un libro en defensa de la virginidad de María, por lo que ésta, agradecida, descendió a Toledo en el año 665 para imponer una vestimenta sacerdotal a Ildefonso como recompensa por sus esfuerzos. Lógicamente, no se trata más que de una leyenda creada un siglo después de la vida de San Ildefonso, pero que históricamente ha sido creída como hecho verídico. A continuación, la melodía de la cantiga Santa María, Strela do Dia nos introduce en la época de Alfonso X, conocido como “El Sabio”, hijo de Fernando III el Santo. En esta escena la música sirve como expresión de la coexistencia de gentes de tres religiones: cristianos, musulmanes y judíos. Lo que ha sido incorrectamente llamado Toledo de las Tres Culturas fue, en realidad, un fenómeno que se extendió desde la llegada de los musulmanes hasta los Reyes Católicos, pero se considera que el reinado de Alfonso X fue el momento en que dicha coexistencia alcanzó su máxima expresión. Esto se debe principalmente a la intensificación, por iniciativa del rey Sabio, del fenómeno conocido como la Escuela de Traductores de Toledo. No se trataba de una institución como tal o de un edificio, sino de un movimiento cultural en que cooperaban pacíficamente, sobre todo, cristianos y judíos, y que dio a Toledo gran prestigio científico y cultural en toda Europa. El ruido de unas cadenas nos traslada a la época de los Reyes Católicos. A través del puente que cruza el Tajo vemos llegar a una serie de personajes engrilletados que vienen a Toledo a ofrecer sus cadenas como recuerdo de su cautividad. Son los cristianos del reino de Granada que, según la tradición, trajeron sus cadenas para colgarlas en el monasterio de San Juan de los Reyes tras su liberación. Dichas cadenas todavía existen y se pueden observar en la fachada principal y en la cabecera de este maravilloso monumento localizado en la antigua judería de Toledo. La propia reina Isabel I de Castilla, conocida como “la Católica”, hace su aparición y nos habla de su anhelo de unificar los pueblos de la Península, que se ha visto cumplido. También menciona su sueño de llegar a oriente por poniente, es decir, llegar a la India sin tener que bordear el continente africano. Este “sueño”, más que un deseo, era una necesidad forzosa pues, tras enfrentarse Isabel a su sobrina Juana la Beltraneja en la guerra de sucesión castellana, ésta se vio obligada a firmar un tratado de paz con el vecino reino de Portugal. Este tratado es denominado de Alcaçovas-Toledo y supuso el reconocimiento de Isabel como reina de Castilla por parte del rey de Portugal, con la condición de que Castilla no navegase más abajo de las Canarias. Esta condición obligó a los Reyes Católicos a buscar una alternativa para enriquecerse con el comercio de especias de Oriente. Y de ahí que financiasen la expedición de un marinero genovés que afirmaba poder llegar a “las Indias” sin romper el tratado con Portugal. Para embarcarte en este viaje, el parque temático cuenta con la atracción inmersiva Allende la Mar Océana. La reina Isabel dice estar preocupada por no tener noticias del genovés y, de repente, ¡el barco de Colón emerge de las aguas! Sin duda, este es el momento más impactante de todo El Sueño de Toledo. Sin palabras. Hasta este momento la narración de El Sueño de Toledo ha seguido el hilo conductor de la historia de la ciudad. Pero aquí ese hilo se quiebra. La historia de Colón nada tiene que ver con Toledo. Como es lógico pensar, Colón no llegó en barco por las aguas del Tajo, ni existió tal encuentro entre la reina y el navegante en la ciudad de Toledo. En la historia real, la primera expedición que regresó de América desembarcó en Sevilla, y ese primer encuentro entre ambos se produjo en el monasterio de San Jerónimo de la Murtra, cerca de Barcelona.
Un hecho curioso del espectáculo es que Colón le entrega a la reina una pieza de orfebrería labrada en oro. Esto refleja una tradición según la cual, el ostensorio de la custodia de Enrique de Arfe, que cada año sale a las calles de Toledo en la procesión del Corpus Christi, fue realizado con el primer oro que trajo Colón de América. No obstante, no habría sido Colón el que habría encargado la Custodia, sino la propia reina Isabel para su uso personal. Tras su muerte, fue adquirida por el Cardenal Cisneros. De ahí que, desde entonces, forme parte de la Custodia de la Catedral de Toledo. Así lo afirma el propio Cisneros: “yo la compraré, la adornaré con un palio de plata y oro y la donaré a la Catedral Primada, para que el día del Corpus brille más que el sol”. Esto explica la irrupción en escena de unas grandes figuras que son referencia a los autos sacramentales que acompañaban a la fiesta del Corpus hace siglos, cuando salían a las calles figuras de gigantes acompañados de órganos portátiles que ponían música a la procesión. Todavía hoy estos “gigantones” siguen saliendo el día del Corpus, aunque éstos son modernos y, en lugar de por órganos, van acompañados por la banda municipal.
La música es interrumpida por la indignación de una mujer que protesta contra la importación de costumbres flamencas. Se trata de María Pacheco, protagonista del movimiento comunero que incendió a buena parte de Castilla y, particularmente a Toledo entre 1520 y 1522. Los castellanos tenían mil motivos para estar en contra de la coronación de un rey extranjero - Carlos I de España, nieto de los Reyes Católicos - y esto dio lugar a la insumisión por parte de los regidores de sus principales ciudades, después a la revuelta y finalmente, a la guerra. En un primer momento, los comuneros lucharon por reponer en el trono a Juana de Castilla - conocida como “la loca”, madre de Carlos I - pero tras negarse ella misma, quedaron en un callejón sin salida. Tras ser derrotado el ejército comunero en Villalar, sus líderes fueron ejecutados, poniendo casi punto final a la rebelión. En realidad, los líderes más destacados de la comunidad de Toledo fueron Juan de Padilla - esposo de María - y Pedro Lasso de la Vega - hermano del poeta Garcilaso - pero es un bonito gesto que la animadversión de Toledo contra el rey Carlos haya sido personificada en la figura de María Pacheco. Sin embargo, esta no era toledana, sino de Granada, y cobró especial relevancia tras la ejecución de su marido. Finalmente, como sabemos, Carlos I de España y V de Alemania consiguió imponerse sobre los comuneros y María murió, varios años después, en el exilio de Portugal. Su historia no ha quedado en el olvido puesto que en este tour nocturno por Toledo, visitamos el lugar donde estuvieron las casas de este matrimonio.
Que Toledo fuese el principio y el final de la guerra de las Comunidades es el motivo fundamental por el que Carlos decidió asentar su corte en ella. No obstante, también contaban motivos históricos y simbólicos. Toledo era la sede primada de la Iglesia de España y, no menos importante, había sido la capital de los visigodos varios siglos antes. Si el rey quería reconciliarse con el reino que le había sido rebelde, debía habitar en su corazón histórico y religioso: Toledo. Por ello, presenciamos una de las muchas entradas regias que se produjeron en aquella época en que Toledo comenzó a ser denominada ‘Ciudad Imperial’. La puerta de Bisagra fue siempre la protagonista de estas entradas, aunque debía ser muy diferente a como la conocemos hoy en día. El rey Carlos, la reina Isabel de Portugal y el príncipe Felipe - que después sería rey como Felipe II - hacen aparición en escena. Como anécdota mencionar que Felipe parece ya adulto. Sin embargo, su madre Isabel murió en 1539 en el palacio de Fuensalida de Toledo, cuando Felipe contaba con tan solo 11 años.
Lo que verás a continuación es probablemente uno de los acontecimientos más sorprendentes que tuvieron lugar en el Toledo que fue capital de ese imperio “en el que nunca se ponía el Sol”. En 1528 Hernán Cortés, el conquistador de México, fue recibido en Toledo por el rey Carlos. Venía acompañado de animales exóticos, de joyas, de regalos y de un séquito de indios aztecas que portaban trajes emplumados y que jugaron una partida de juego de pelota mesoamericano ante la corte. En 1529 fue Francisco Pizarro quien arribó a Toledo para firmar las Capitulaciones de Toledo, en las que se regulaban las condiciones de la conquista de Perú. De esta manera, en referencia a sendas conquistas, en el escenario se nos muestra una coreografía de indios andinos y mesoamericanos.
Otro papel preponderante que Toledo tuvo durante el Siglo de Oro fue el cultural. Por esto se nos muestra en escena a Don Quijote y a su autor, Miguel de Cervantes. Es bien conocido que la novela más universal escrita en castellano transcurre, fundamentalmente, en La Mancha. Sin embargo, la obra de Cervantes está repleta de referencias a Toledo, ya sea en el propio Quijote, en las Novelas Ejemplares o en Persiles y Sigismunda. Algo parecido podemos afirmar de Lope de Vega, que entra en escena a continuación, pues vivió en Toledo durante varios años y hace referencia a una de sus obras, El caballero de Olmedo. Una tercera referencia es Calderón de la Barca, que vivió la mayor parte de su vida en Madrid y escribió la célebre obra La vida es sueño. De ahí que escuchemos el archiconocido monólogo de Segismundo: “¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
En este esplendor cultural toledano no podría faltar la referencia al pintor Doménikos Theotokopoulos, más conocido como El Greco, que vivió en Toledo desde 1576 hasta su muerte en 1614. Con el fin de ilustrar la inmensa obra toledana del Greco se proyectan algunas de sus pinturas más célebres, como el Laocoonte, Vista y plano de Toledo y El entierro del Señor de Orgaz. Ya ves lo rica que fue Toledo, especialmente a nivel literario. Si quieres saber más sobre esto, pincha aquí.
A continuación, el azacán y María del Sagrario reflexionan sobre la decadencia de Toledo tras la marcha de la corte a Madrid en 1561. “Ya está terminado todo; ¿qué queda de Toledo? Sombras, sombras y recuerdos”, se lamenta el azacán. Esto es otra incorrección cronológica pues, en honor a la verdad, esta reflexión debería haberse producido justo antes de la aparición de Cervantes, Lope, Calderón y El Greco. La primera parte del Quijote se publicó en 1605, año en que Lope bautizó a una de sus hijas en la iglesia de la Magdalena, pues vivía junto a ella. Calderón vino a Toledo en 1642 y El Greco se fijó en esta ciudad una vez que ésta ya no era la corte. En fin, parece que aquí se está viendo reflejado uno de los errores más comunes a la hora de contar la historia de Toledo. Es decir, que el traslado de Felipe II a Madrid supuso la decadencia de la ciudad y, esto es flagrantemente incorrecto. Toledo continuó creciendo hasta la primera década del siglo XVII. La peste, la crisis económica, las sequías y las inundaciones, la expulsión de los moriscos y el mal gobierno hicieron que muchos de sus habitantes se marcharan más de 50 años después de que lo hubiese hecho el rey.
La transición narrativa entre el siglo XVI y el XIX se produce a través de la escenificación de la forja del acero toledano. Son casi trescientos años que transcurren en poco más de un minuto, pero lo cierto es que no ocurrió casi nada reseñable durante todo ese tiempo. Con la excepción de la guerra de Sucesión, tras la muerte de Carlos II sin descendencia. Si volvemos al asunto de la espadería toledana, ésta alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVI, momento en que se forjó el imperio español y por tanto, la espadería se convirtió en una de las principales industrias de la Ciudad Imperial. Con el paso del tiempo, esta industria - como todas las de Toledo - entró en decadencia y hacia el siglo XVIII ya estaba prácticamente desaparecida. Esto animó al rey Carlos III a impulsar la creación de una Real Fábrica de Armas en 1761 con el fin de fabricar todas las armas blancas de sus ejércitos. Esto supuso la revitalización de esta industria que todavía hoy sobrevive en nuestra ciudad junto con el damasquinado y el mazapán.
En 1808 las tropas de Napoleón hicieron su aparición en Toledo y, tras su marcha definitiva en 1812, dejaron un rastro de destrucción nunca antes visto en toda la historia de la ciudad. Sin embargo, lo que se presenta en escena no guarda ninguna relación con lo ocurrido en Toledo, sino que, de nuevo, la narración se separa de lo local para hacer referencia a lo más general. El enfrentamiento entre el pueblo llano y las tropas invasoras se produjo el día 2 de mayo de 1808 en Madrid. Pero no se trató más que de una excepción, pues lo más habitual fue la guerrilla en los montes y despoblados.
Paralelamente, sí que se produjo una guerra a gran escala en el sentido militar, con el enfrentamiento del ejército español e inglés contra el ejército francés. Si bien Toledo no tuvo tal protagonismo en cuanto a la insurrección como sí lo tuvo Madrid, la provincia de Toledo sí fue clave en el desarrollo del conflicto bélico. Nada menos que tres grandes batallas tuvieron lugar en la provincia de Toledo: Almonacid, Ocaña y Talavera. Las dos primeras fueron victorias francesas, por lo que aparecen inscritas en el Arco del Triunfo de París. En cualquier caso, tras cinco años de guerra, los franceses fueron derrotados por última vez en Vitoria en 1813 y cruzaron la frontera definitivamente.
En cuanto a una pregunta que nos plantean frecuentemente: ¿quién es el flautista que se enfrenta a los franceses en El Sueño de Toledo y finalmente muere tiroteado? Pues bien, no existe una respuesta fácil para esto, pues no representa concretamente a personaje histórico alguno. Parece ser un símbolo del heroísmo del pueblo español que los franceses no consiguieron apagar. Quizás podríamos considerar que esté inspirado en la figura del tamborilero del Bruch, leyenda catalana según la cual un muchacho armado con un tambor hizo creer a un ejército de franceses que el ejército de españoles era muy superior al retumbar el sonido de su tambor en las paredes de las montañas.
No vamos a comentar la escena de baile de inspiración hortelana, pues no parece querer contarnos nada en particular y, de paso, saltamos al siguiente hecho relevante para la historia de la ciudad: la llegada del ferrocarril en el año 1858. Después de la guerra de Independencia y de las desamortizaciones la ciudad entró en un estado de paralización económica. Por ello, la llegada de una novedad tal como el ferrocarril llenó de esperanza a los toledanos de la época, pues creían que cambiaría la ciudad por completo. No en vano, estamos hablando de la tercera línea de ferrocarril más antigua del país, por lo que les debió parecer que estaban tocando el futuro con sus manos. Y no se equivocaban del todo. La ciudad sí cambió. El ferrocarril fomentó la llegada de turistas desde Madrid y esto puso las bases de lo que es Toledo hoy en día.
Precisamente de gentes llegadas de Madrid se llena el escenario a continuación, pues se nos muestra la alegría y el desenfreno de los felices años 20. Particularmente, en 1923 el cineasta aragonés Luis Buñuel visitó Toledo por primera vez y tras una noche de juerga se le ocurrió la idea de crear la Orden Surrealista de Toledo. No era más que una broma que perduró trece años y que sirvió como pretexto para que un gran número de personajes de la cultura de la época viniesen a Toledo frecuentemente. En los muros de la ciudad se proyectan las firmas de algunos de ellos: Federico García Lorca, Rafael Alberti, María Teresa de León, Pepín Bello y Salvador Dalí. ¡Nada más y nada menos!
Trece años después de la ocurrencia de Luis Buñuel estalló la guerra civil y las idas y venidas de la Orden Surrealista concluyeron súbitamente, como precisamente se ve en escena. Los bailes y la música son interrumpidos por los disparos y las explosiones. Tratar el asunto de la guerra civil es aún hoy en día muy delicado y en Puy de Fou lo consiguen de una manera sutil, con muy pocas palabras, pero muy emocionante. Si en otras cosas no acertaron, en esto sí lo han hecho. María del Sagrario afirma “mis hermanos están muertos”. A lo que el azacán responde “¿quién los ha matado?”. Ella sentencia “se han matado el uno al otro”. Sublime. Si lo trasladamos al contexto de la ciudad de Toledo, la guerra de 1936 fue especialmente destructiva. Supuso la desaparición de la práctica totalidad del Alcázar, parte de Zocodover y, salvo escasas excepciones, todas las edificaciones desde Zocodover hasta el puente de Alcántara.
Para finalizar, doce mujeres vestidas con trajes regionales entran en escena simbolizando la España actual. Podríamos pensar que son las Comunidades Autónomas, pero son doce las mujeres y diecisiete las comunidades, pero al fin y al cabo, el significado es el mismo.
Con El Sueño de Toledo terminamos el análisis del parque temático español en el que la historia y la naturaleza se dan la mano. Un lugar mágico para disfrutar con toda la familia y amigos. Esperamos haberte ayudado a conocer más a fondo la temática histórica detrás de todos los espectáculos y ya sabes… ¡Nos vemos en Toledo!.