Si algo tiene Puy du Foy es magia. El parque temático español te hace vivir las historias de antaño de una manera sorprendente con cada uno de sus espectáculos. Ya sea con los más humildes como De tal palo, o los que cuentan con mayores efectos técnicos - El Misterio de Sorbaces o A Pluma y Espada - viajarás en el tiempo a momentos cruciales de nuestra historia.
Si es la primera vez que vas y estás un poco perdido, te dejamos algunos consejos para disfrutar de la experiencia. Una vez con la tarea hecha, te proponemos volver a este post y a los anteriores para analizar los espectáculos y sacar la realidad histórica a la luz. En esta ocasión nos ocupamos de tres pesos pesados: Cetrería de Reyes, El Último Cantar y Allende la Mar Océana. ¿Cuál es tu favorito?
Si con algo cuentan muchos parques temáticos españoles y zoos es con un espectáculo de aves. En el caso de Puy du Fou España, la Historia y la naturaleza se dan de la mano en Cetrería de Reyes. Muestran este show como un duelo aéreo entre aves representantes del mundo cristiano del Conde Fernán González y del Califa Abderramán III al- Nasir, “el Victorioso” (que no “el Magnífico” como se hace mención). Todo ello ambientado después de una campaña decisiva en la llamada Reconquista: la batalla de Simancas.
Al inicio el show nos contextualiza bien en el año 939. Este enfrentamiento se produjo del 6 al 9 de agosto de dicho año frente a las murallas de Simancas. El primer Califa de Al-Ándalus, Abderramán III, quiso someter, controlar y asegurar la frontera con los reinos cristianos una vez que ya hubo apaciguado sus dominios. Inició así lo que llamó la “Campaña de la Omnipotencia” o la “Campaña del Poder Supremo”.
Abderramán III reunió, según las fuentes, el mayor ejército reunido hasta entonces. Las fuentes islámicas, como el espectáculo, exageran hasta los ¡100.000 hombres! Sin embargo, el reputado arabista Pedro Chalmeta, investigador de esta batalla entre otras cuestiones relacionadas con el mundo islámico, quita un cero y apunta que debieron ser unos 10.000. Que ya son.
Por tanto, tenemos un gran ejército que se dirige hacia Toledo. De ahí partirá rumbo norte a enfrentarse con “los pequeños reyes cristianos. Con esos peleones de León y Asturias, de Navarra y Galicia” como mencionan en Cetrería de Reyes. En la Batalla de Simancas solo participó el rey de León Ramiro II acompañado del Conde de Castilla y Álava, Fernán González (otro protagonista del espectáculo) y el Conde de Monzón, Asur Fernández.
Una batalla fundamental en la que sí participaron tres reyes fue la posterior de las Navas de Tolosa, en la que participaron Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra. En De tal palo… tiene su hueco esta importante batalla. Por su parte Galicia formaba parte del Reino de León aunque tuvo sus momentos. En cualquier caso, el artículo que nos ocupa no pretende tratar la evolución de los reinos cristianos de la Península. Solamente señalamos que en el momento de la Batalla de Simancas ni participaron tres reyes, ni mucho menos uno de Galicia.
Lógicamente, de manera muy resumida tratan la batalla frente a Simancas y ni mencionan lo que se produjo después. El repliegue del ejército musulmán ante la imposibilidad de tomar la fortaleza y la carencia de recursos para abastecer a las tropas. Con Abderramán III a la cabeza, tras la retirada fueron asaltando las poblaciones ribereñas del Duero para después dirigirse a las del río Aza. En el camino entre barrancos, la retaguardia islámica fue atacada por las tropas cristianas. Cundió el pánico entre los musulmanes saliendo despavoridos como pudieron. Entre ellos el propio califa que abandonó allí todos sus enseres personales. Lo que más se suele destacar: su Corán personal y una cota de malla.
Efectivamente en Cetrería de Reyes se destaca la cota de malla perdida por Abderramán III tras ese asalto en su camino a Atienza. Pero, la realidad es bien distinta a la ficción. Nunca después le fue devuelta, y mucho menos por el Conde de Castilla Fernán González.
Hay un tercer personaje en juego. Hablamos de Salama, la hija de Abderramán III. El califa tuvo numerosos hijos e hijas. Una de ellas efectivamente recibió ese nombre. Lo que no está tan claro es que estuviera en esa campaña. Y (¡atención spoilers!) nunca se casó con Fernán González como finaliza el espectáculo. El conde castellano casó en dos ocasiones. Primero con la princesa de Pamplona Sancha, hija del rey Sancho García I, con la que tuvo siete hijos. En segundo lugar, con otra infanta de Navarra: Urraca, hija del rey García Sánchez con la que no consta tuviera descendencia.
Esta historia de amor entre un noble cristiano y una musulmana nos recuerda al rey que conquistó Toledo, Alfonso VI de León. El mismo que presentan en el espectáculo El Último Cantar. Alfonso VI se casó cinco veces. La cuarta fue con la mora Zaida, viuda del hijo del rey taifa de Sevilla. En el momento que se casaron, hacia el año 1100, Zaida se había bautizado como Isabel y fue declarado legítimo el hijo que ambos tuvieron de un encuentro previo hacía unos cuantos años. De hecho, este hijo, Sancho, fue el heredero a la corona hasta que murió en la Batalla de Uclés, dejando vía libre a su medio hermana Urraca. Pero esto es otra historia, muy interesante por cierto.
Por tanto, Cetrería de Reyes nos muestra una bonita historia de ficción en la que enmarcar el mencionado duelo de aves. De parte musulmana, lechuzas, caracaras, el serpentario que no te dejará indiferente, buitres y marabúes. De parte cristiana, búhos, gavilanes, halcones, águilas y cigüeñas. Entre otras aves que seguro se nos escapan ya que no somos expertos. La Academia de Cetrería de Puy du Fou se encarga del cuidado, adiestramiento y preservación de estas aves. Que no se te olvide. Antes de la diversión está su protección.
El Último Cantar es un espectáculo que narra una parte sustancial de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como El Cid. Antes de entrar en materia, ten en cuenta que la idea que tenemos del Cid está muy fantaseada debido a que su vida ha sido reelaborada en infinidad de ocasiones a través de la literatura y de la leyenda. Por tanto, lo que presenciamos en el espectáculo es una sucesión de hechos que sí ocurrieron y otros que solo fueron imaginados siglos después. Es decir, el Cid histórico y el Cid legendario, pero que forman parte de una unidad indisoluble en nuestro imaginario histórico.
El arranque de esta propuesta narrativa es memorable: el Cid entra a caballo en el escenario mientras la vida se le escapa. Todo comienza por el final. Dicen que en el instante en que llega la muerte la vida pasa por delante de nuestros ojos. Eso es precisamente lo que presenciarás: una ensoñación del propio Rodrigo Díaz de Vivar antes de dejar este mundo.
Para comprender lo que vamos a ver a partir de este momento, es fundamental conocer el contexto histórico. En 1063 el rey de León Fernando I el Magno dividió su reino entre sus tres hijos: el reino de Galicia sería para García, el de León para Alfonso y el de Castilla para Sancho. ¡Ojo! Hasta el siglo XIII, el reino hegemónico de la España cristiana era el de León - heredero del reino de Asturias del mítico don Pelayo - y no el de Castilla, que inicialmente fue un condado del reino de León.
El comienzo de la carrera militar del Cid está asociada a Sancho, del que era escudero. Por ello la acción lo sitúa en Burgos en 1065, donde Sancho se está preparando para entrar en guerra con sus primos Sancho y Sancho. No estás viendo doble: este conflicto es llamado Guerra de los Tres Sanchos. Esto explica por qué sus tropas están siendo adiestradas. Sin embargo, se nos muestra un hecho inverosímil como es que Alfonso diga estar enamorado de Jimena, la que a la postre sería esposa del Cid. Además, Rodrigo no conoció a Jimena hasta 1074, cuando el rey Alfonso concertó su matrimonio en base a intereses políticos.
A finales de 1065 murió el rey Fernando y su reino quedó dividido como estaba estipulado en su testamento. Sus hijos fueron coronados como García II de Galicia, Alfonso VI de León y Sancho II de Castilla. Poco tiempo después comenzaron las hostilidades entre los tres hermanos. En primer lugar Sancho y Alfonso se enfrentaron en la batalla de Llantada y, tras firmar una tregua, se repartieron el reino de García. Tras esto, las hostilidades volvieron a aflorar en la batalla de Golpejera, en la que Sancho consiguió vencer a Alfonso y hacerlo prisionero. Sin embargo - esto es muy importante para la historia - Sancho murió asesinado en Zamora y Alfonso pasó a ser rey de Galicia, León y Castilla.
A continuación, seguimos a Rodrigo hasta la siguiente localización: Coimbra - en la actual Portugal - en 1070. En esta escena podemos ver como el rey Sancho nombra caballero a Rodrigo y le da la espada Tizona. Sin embargo, esto no es más que un desbarajuste narrativo y cronológico. La ciudad de Coimbra formaba parte de un condado vinculado al reino de León, del que Sancho no era rey, sino su hermano Alfonso, como ya hemos indicado. Por tanto, esta escena es imposible y parece una reinterpretación de una tradición que afirma que Rodrigo fue armado caballero por Fernando I tras la conquista de Coimbra, en 1064. Por tanto, es también imposible que Sancho le diese a Rodrigo la Tizona.
Tras esto el Cid nombra diferentes lugares en los que cumplió con su deber en diferentes momentos de su vida: Coimbra, Badajoz, Zaragoza y… Toledo. Esta escena es fundamental en la vida del Cid, pues nos traslada al año 1081. En ese año una banda de saqueadores musulmanes asaltaron el castillo de Gormaz - en la actual Soria - que estaba situado en la frontera entre Castilla y el reino musulmán de Toledo. Sin contar con el consentimiento del rey Alfonso, el Cid llevó a cabo una cabalgada de castigo contra el reino de Toledo. Esto es importante: el rey de Toledo al-Qádir era aliado y tributario de Alfonso VI, por lo que el rey se ve obligado a castigar al Cid y éste fue desterrado.
En la siguiente escena asistimos a un baile cortesano que tiene lugar en un suntuoso palacio, por lo que la localización habría de ser la capital del reino: León. Lo que vamos a ver a continuación no es más que una leyenda: la muerte del conde de Gormaz, padre de Jimena, a manos del Cid durante una refriega por reprocharle el conde a Rodrigo que salvase la vida de al-Qádir. A decir verdad, se trataría de la libre reelaboración de una leyenda, pues el relato tradicional asegura que el Cid vengó una afrenta que el conde de Gormaz le había infligido a su padre algunos años antes. La realidad histórica es bien distinta: el padre de Jimena fue conde de Oviedo y murió el mismo año en que nació Jimena. Por tanto, Rodrigo jamás pudo asesinar a su suegro.
A continuación asistimos a una escena un tanto anacrónica, pues se nos presenta una justa entre caballeros. De toda la vida lo hemos visto en las películas ambientadas en la Edad Media, por lo que parece del todo natural. De hecho, en la serie El Cid (Prime Video, 2020) también vemos una justa de estas características. Sin embargo, las justas a caballo en la época del Cid simplemente no existían, al tratarse de un fenómeno medieval tardío. En cualquier caso la escena sirve para deleitar a nuestros sentidos y para introducir un hecho verídico: que el rey Alfonso dio a Jimena como esposa para Rodrigo.
De la justa pasamos a la celebración del matrimonio entre Rodrigo y Jimena, que tuvo lugar en 1074 en un lugar indeterminado. La leyenda cuenta que tuvo lugar en la iglesia de San Miguel de Palencia. Sin embargo, aquí se da un extraño cambio de fechas. La magia del momento se rompe cuando irrumpe un emisario que asegura que el rey Sancho ha muerto. Esto es sencillamente una licencia narrativa, pues Sancho había muerto dos años antes y precisamente este hecho propició la boda de Rodrigo con Jimena.
En la siguiente escena asistimos a una de las más populares leyendas acerca de la vida del Cid: la Jura de Santa Gadea. Cuenta la leyenda que el Cid albergaba suspicacias sobre la posible implicación de Alfonso en la muerte de su hermano Sancho en el cerco de Zamora. Éste le habría hecho jurar en la iglesia de Santa Gadea de Burgos que tales sospechas eran infundadas. Cuenta la leyenda, digo de nuevo, que esto ocurrió en 1072, el año en que murió Sancho, pero en la pantalla podemos leer que fue en 1080. Esto es incorrecto, pero sirve para relacionar el hecho del destierro del Cid con la humillación sufrida por el rey. La realidad es, como ya dije antes, que el rey desterró a nuestro caballero por entrar en el reino de Toledo sin su beneplácito.
A partir de este momento vemos al Cid y su hueste vagar por el escenario hasta acampar junto a la orilla de lo que parece un lago. Lo que presenciamos a continuación es una elipsis de ¡trece años!, pues el Cid no tuvo intención de conquistar Valencia hasta 1094. Además, se da una inconsistencia en el guión que solo se puede explicar por necesidades narrativas: el Cid asegura que le debe lealtad al rey de Castilla que le dio la Tizona, y uno de sus soldados le recuerda que éste le ha desterrado. Pero si hemos estado atentos nos habremos percatado de que quien le da la espada es Sancho y quien le destierra es Alfonso.
Muchísimas cosas ocurrieron entre el destierro del Cid y la conquista de Valencia, como fue la conquista de Toledo por parte de Alfonso VI en 1085 y la llegada de los almorávides en 1086. Los almorávides fueron una potencia militar invasora que saltó de Marruecos a la Península para auxiliar a los reyes taifas que estaban siendo hostigados por los reyes cristianos y, más particularmente, para recuperar Toledo. Los almorávides aplastaron a Alfonso VI en Sagrajas que, viéndose en peligro, decidió reconciliarse con Rodrigo. Mientras duró el destierro, Rodrigo no había estado pasando penurias, sino que estuvo cómodamente asentado en Zaragoza. La reconciliación con el rey duró poco, pues la incomparecencia de Rodrigo en Aledo - en la actual Murcia - que estaba siendo asediado por los almorávides, hizo que Alfonso lo volviese a desterrar. A partir del segundo destierro, Rodrigo se convirtió en un señor de la guerra independiente que se asentó en la zona de Valencia.
A continuación vemos como unos emisarios informan a al-Qádir, que fue rey de Valencia desde que rindió Toledo a Alfonso VI, de que el Cid necesita su ayuda. Valencia, 1099. Vemos al Cid dialogando con al-Qádir estando postrado en su lecho de muerte. Sin embargo, al-Qádir murió en 1092, por lo que esta conversación no se pudo dar. Y aquí viene una de las grandes leyendas cidianas. La de que ganó una batalla después de morir. Si nos ceñimos a la realidad, tras la muerte de al-Qádir, Valencia fue tomada por los almorávides. Tras un duro asedio, el Cid consiguió conquistarla en 1094 y fue gobernada por él mismo hasta su muerte por causas naturales en 1099. Su esposa Jimena continuó en su gobierno hasta 1102, cuando los almorávides volvieron a tomarla. Sin embargo, una leyenda profundamente enraizada en el imaginario colectivo cuenta que un rey musulmán llamado Búcar desistió de tomarla cuando vio al Cid montado a caballo, sin saber que estaba muerto. Sin embargo, esto es una leyenda que surgió en el monasterio de San Pedro de Cardeña dos siglos después de la muerte de nuestro héroe.
En fin, ha quedado patente que El Último Cantar es bastante inexacto a la hora de relatar algunos hechos destacados de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar. No obstante, no pretende ser riguroso históricamente, pues bebe más de la leyenda que de la realidad. Como espectáculo es una maravilla, pero si queremos conocer la historia real debemos ir a la biblioteca. Por ejemplo, para leer la excelente obra El Cid: historia y mito de un señor de la guerra de David Porrinas González.
Muchos son los parques de atracciones con un pasaje del terror en los que encontrarte con los mejores personajes del género. Que si la niña del Exorcista dando botes en la cama. Que si Jason te persigue con una motosierra. Hay zombis que te sorprenden saliendo de rincones escondidos o te enfrentas en la realidad al mismísimo Freddy Krueger.
Tranquilo. En el parque temático Puy du Fou tienen su propio pasaje con personajes bien distintos. La reina Isabel la Católica, Cristóbal Colón o aquellos marineros que le acompañaron en su viaje por el Atlántico saldrán a tu encuentro en este espectáculo inmersivo. En eso consiste Allende la Mar Océana. Revivir los comienzos de tal empresa y las dificultades que atravesaron aquellos hombres en el primer viaje hacia América.
Llegar a Oriente por el oeste era algo que ya se preguntaban desde antiguo. Por ejemplo Aristóteles dijo que se podía navegar desde las Columnas de Hércules - el Estrecho de Gibraltar - hasta las tierras del Extremo Oriente en pocos días. Eso tras demostrar que la Tierra es esférica. Durante largos siglos faltó alguien que se propusiera llevar a cabo esta empresa y, sobre todo, financiarla.
Así llegamos a finales del siglo XV. El marinero de origen genovés llega a Portugal en 1476 tras un naufragio y en la corona portuguesa vivió hasta 1485. Desde allí realizaría frecuentes viajes hacia las Azores, Madeira, o la ruta del África Occidental que tenían establecida los propios portugueses. También tiró hacia el norte.
A comienzos de 1477 Colón emprendió viaje hacia Islandia para la compañía genovesa para la que trabajaba. En ese viaje paró en Bristol, en Galway y finalmente llegó a su destino. Gracias a unas anotaciones que el propio Colón hizo en uno de los libros de su biblioteca personal - el Historia rerum ubique gestarum de Eneas Silvio Piccolomini - conocemos dos datos interesantes. Navegó 100 leguas más al norte de Islandia, el límite septentrional del mundo conocido. Esto nos dice que le gustaba la marcha, el ir hacia lo desconocido. Además cuenta como en Galway, en la costa irlandesa, “hombres de Catayo vinieron al oriente. Nosotros hemos visto muchas cosas notables y sobre todo en Galway, en Irlanda, un hombre y una mujer en unos leños arrastrados por la tempestad de forma admirable”. De estas anotaciones de Colón, unos expertos opinan que vinieron flotando unos maderos desde el Atlántico profundo con tallas de un hombre y una mujer de rasgos orientales. Otros piensan que directamente fueron un hombre y una mujer reales que vinieron desde Catay (China) por el Atlántico.
Sea como fuere, se deben sumar estas experiencias al estudio de otras fuentes. Tradicionalmente, la historiografía atribuye una gran influencia del florentino Toscanelli, como mencionan en el espectáculo Allende la Mar Océana. Algunos autores mencionan también la influencia del suegro de Colón, hombre que participó en la colonización de las islas atlánticas activamente. Aunque Colón no llegó a conocerle, pero presuponen que pudo consultar toda la documentación recabada por el suegro. Mapas, noticias de viajeros y referencias a restos recogidos en alta mar que vendrían del oeste. El hermano de Cristóbal Colón, Bartolomé, trabajaba también en Portugal haciendo mapas como experto en cosmografía y navegación. Hay que sumar el conocimiento de ciertos textos como el mencionado Historia rerum (1477) de Piccolomini. Una obra que pretendía compilar todos los conocimientos geográficos del mundo aunque sólo se pudo abordar el apartado asiático.
En resumen, en Portugal es donde Cristóbal Colón empezó a pensar en la empresa de las Indias presentando el proyecto al rey de Portugal Juan II en 1484. Lo rechazó y al año siguiente tenemos a Colón, ya viudo, y su hijo Diego, en Huelva. Allí vivían sus cuñados y allí, en el Monasterio de la Rábida (Palos de la Frontera) tomó contacto con un fraile franciscano, Antonio de Marchena. Hombre interesado en la astrología que ayudaría a Colón en sus gestiones con los Reyes Católicos.
No fue el único. Fueron largos años en los que Colón tuvo que esperar y esperar. En su camino consiguió encontrarse con el confesor de la reina, fray Hernando de Talavera, el mismísimo Cardenal Mendoza, o nobles como el Duque de Medinaceli. En 1486 se produjo el ansiado encuentro con los Reyes Católicos en Alcalá de Henares. La Junta que nombraron los monarcas, gracias al fraile Marchena, para examinar la “empresa de las indias” no fue favorable. Algunos apuntan el recelo de Isabel por violar el Tratado de Alcaçovas con los portugueses. Otros expertos opinan que la campaña de Granada desviaba todos los recursos posibles.
Por unas razones u otras, Colón esperó unos cuantos años hasta conseguir su objetivo. En 1492, tras muchos avatares, viajes y gestiones, la reina Isabel convocó a Cristóbal Colón en Santa Fe gracias a otro antiguo confesor, fray Juan Pérez. Es entonces cuando se dio luz verde al proyecto. Desde enero de dicho año, tras la toma de Granada, hasta abril tuvieron lugar las negociaciones con la Corona. Finalmente el 17 de abril se firman las Capitulaciones de Santa Fe. En ellas se reconocía a Colón el título de Almirante y el de Virrey y Gobernador General de todas las tierras que descubriese. Además, le correspondía la décima parte de las riquezas que se descubriesen y la décima parte de los beneficios comerciales que se obtuvieran, entre otros privilegios. Nada mal ¿no?
Llegados hasta este punto, en el espectáculo inmersivo Allende la Mar Océana te adentras poco a poco en el despacho de Colón en el que encontrarás réplicas de documentos, mapas e instrumentos astronómicos y de navegación. Pasando después por una galería de monstruos marinos hasta llegar al encuentro con la mismísima reina.
Colón tenía claro en esa reunión de enero de 1492 con ambos monarcas como resultar convincente. Su proyecto se basó en tres cuestiones: los beneficios espirituales que llevaría la extensión del Cristianismo; los beneficios económicos por las riquezas de oro y especias que pretendía encontrar, con las consiguientes nuevas rutas comerciales; y los beneficios científicos. Cuestión que se omite en el encuentro con la reina Isabel en el espectáculo, pero desde luego pesaron más los otros dos puntos.
Con todo listo, en Palos de la Frontera y otros puertos andaluces de la zona Colón consiguió todo lo necesario para el viaje además de hombres. Para ello contó con la ayuda de los hermanos Pinzón, entre otros. Dado que Colón no era muy apreciado en la zona, Martín Alonso Pinzón fue el mayor responsable en el reclutamiento de hombres y en adquirir las tres naves del viaje. Dos carabelas, la Niña y la Pinta. El barco más grande y robusto era la nao Santa María, de la cual hay una réplica en miniatura en el mencionado despacho de Colón. Algo inverosímil en la realidad. No era de su propiedad antes de iniciar el viaje, sino que perteneció a Juan de la Cosa.
Así pues, como si fueras un marinero que acompañaras a Cristóbal Colón te adentras dentro de una de estas naves, repletas de provisiones. El 3 de agosto de 1492 partieron desde Palos de la Frontera. La grabación que te acompaña a partir de aquí recuerda a un documento fundamental para conocer el primer viaje de Colón. Se trata de su Diario de a bordo, recogido por fray Bartolomé de las Casas.
Colón arribó en las Islas Canarias el 9 de agosto como bien resaltan en el pasaje de Puy du Fou. Aunque no por conseguir más provisiones sino porque el timón de La Pinta se desencajó. Estuvieron allí casi un mes - ¿y quién no estaría un mes en las Canarias? - por lo que la mención que hace la grabación del espectáculo de “tuvimos que salir a toda prisa de las Canarias” no es del todo correcta. Finalmente, el 6 de septiembre, partieron de La Gomera hacia lo desconocido.
El 17 del mismo mes llegaron al mar de los Sargazos. Una región del Océano Atlántico cubierta con una gran cantidad de algas flotantes. Colón no había visto nada igual y creyó que era hierba procedente de tierra. Erróneamente piensa que está cerca de alguna costa y a partir de ahí, poco a poco la frustración empieza a apoderarse de la tripulación. En el espectáculo se hace mención de este encuentro con las algas - “algas tan largas como cadenas” - y te adentras en una sala que huele a mar y está llena de ellas.
Era entendible la frustración de los hombres. Se estimaba que Cipango (Japón) estaba a unas 700 leguas. Y ya las habían superado sin encontrar tierra. Colón ciertamente había cometido errores en su estimación de la circunferencia de la Tierra. La había reducido en unos 10.000 km. Claro está que tampoco contaba con la masa continental de lo que hoy es América para los cálculos.
Viendo que la tripulación estaba empezando a dudar, Colón jugó sus cartas. Por ejemplo, mintió a sus hombres con la distancia navegada. Les comunicaba estimaciones menores a las reales, y las verdaderas las anotaba en secreto. Pero al final pasó lo que tenía que pasar: un motín. El 6 de octubre estalló el primero, dominado por Martín Alonso Pinzón. A los cuatro días hubo más hostilidades que se consiguieron aplacar. Confiando más en su experiencia como navegante, Colón se guio por una bandada de aves y se dirigió al sudoeste.
Finalmente, en la madrugada del 11 al 12 de octubre, Rodrigo de Triana gritó “¡Tierra!”. Por fin habían llegado a una isla del archipiélago de las Bahamas. Una isla conocida como Guanahaní pero que bautizaron como San Salvador. Y por supuesto creyeron llegar al extremo más oriental de las Indias. El 14 de octubre descubrieron cuatro islas más -Santa María de la Concepción, la Fernandina, Isabela y Juana (Cuba)- y el resto… es otra historia con la que no nos extenderemos.
Sólo terminar mencionando cómo Allende la Mar Océana es capaz de transmitirte, dentro de sus posibilidades, la vida en alta mar. Cómo de la alegría y las ganas se pasa a la angustia de estar en un barco que nunca llega a su destino. Un barco donde los víveres van escaseando y la desesperación se apodera de uno. Para finalmente llevarte hacia la felicidad por haber llegado al Paraíso en la Tierra al final del recorrido. O más bien, el Paraíso en Toledo.