De puente a puente y tiro por que me lleva la corriente: Puente Alcántara de Toledo
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Anteriormente ya te hablamos en este artículo sobre el puente de Alcántara del carácter estructurador del territorio que tienen este tipo de infraestructuras. Conectan lugares separados por un accidente geográfico y permiten el desarrollo de actividades comerciales y sociales. Sobre todo en una ciudad como Toledo. Su núcleo urbano primigenio está cercado en un 70 por ciento de su perímetro por el Tajo. Fue su defensa natural, su fuente de recursos y el que dotaba a la ciudad de cierto valor estratégico como explicamos en estas visitas guiadas por Toledo.
Por otra parte, en la Antigüedad, el Medievo y la Edad Moderna estos viaductos facilitaron un mayor control del acceso al núcleo urbano. A ellos súmales las puertas de las murallas con las que se solía cerrar las ciudades para mayor seguridad de las mismas. Tanto unos como otras son parte integrante de un sistema defensivo como pone de manifiesto la obra “Las murallas de Toledo” impresa por la Fundación Caja Madrid. Estos pasos están guarnecidos por un contingente militar como puntos estratégicos que son.
Aparte de esta función militar, los puentes también cuentan con un importante papel económico. En ellos se recaudaba el pontazgo. Un tributo con origen en la Edad Media que se cobraba a los usuarios de estas infraestructuras y a las mercaderías que se introducían en la ciudad. Estos aranceles tenían un carácter eminentemente proteccionista de la economía local. Los ciudadanos de la urbe y su entorno estaban exentos de tales pagos o su coste era menor, con lo que sus productos podían tener precios más competitivos que los de los foráneos. El gravamen se mantuvo hasta que las nuevas ideas de apertura económica y favorecimiento del comercio impuestas por el liberalismo ilustrado tendieron a eliminarlas de forma progresiva.
Por último, los puentes terminan constituyéndose con el tiempo en referentes histórico-artísticos nada desdeñables.
En este contexto es en el que cobra importancia el puente de San Martín. Una obra de ingeniería fundamental para nuestra ciudad. De hecho forma parte del patrimonio que ver en Toledo. ¿Quieres conocer su historia? ¡Sigue leyendo y la descubrirás!
De puente a puente y tiro por que me lleva la corriente: San Martín
- Antecedentes del puente de San Martín
- Los inciertos orígenes del puente de San Martín
- El puente durante la guerra entre Pedro I y Enrique de Trastámara
- La reconstrucción de Pedro Tenorio y el ingenio de la mujer de alarife
- De la misión defensiva a la función meramente fiscal
- Otras curiosidades reseñables
- Bibliografía
Antecedentes del puente de San Martín
Es más que posible que durante mucho tiempo el único paso ribereño que tuvo el Tajo en el entorno de Toledo lo constituyera el vado situado en la zona este de la ciudad y el puente de Alcántara. Como ya te contamos, éste guarnecía el vado y facilitaba su cruce en los momentos en que el río bajaba crecido.
Ya en época musulmana, hay constancia de un puente de barcas que se encontraba en el paraje conocido como el Baño de la Cava. Permitía el paso por el extremo noroeste del casco histórico y así la ciudad se comunicaba con el gran almacén de recursos que suponían los Montes de Toledo.
Nos ha quedado como vestigio de este paso sobre el río un torreón que daba acceso a su pasarela. En la ribera opuesta del Tajo abría otra de estas torres que debía ser similar a la conservada. Estas edificaciones servían como seguras cabezas de puente. Estribos donde era amarrada la línea de barcas que flotaban en el río para servir de apoyo al tablero sobre el que se cruzaba de una ribera a la otra.
La torre que se ha conservado tiene puertas a dos alturas. La de abajo acodada mientras que la superior presenta un acceso directo. Estas puertas darían entrada o salida al puente a dos niveles diferentes, en función de cómo bajara de crecido el río. Cuando las aguas tenían un nivel alto, se utilizaba la puerta superior de la torre y la inferior si el río bajaba escaso.
La primera referencia que tenemos de esta infraestructura la encontramos en las capitulaciones del reino taifa de Toledo ante Alfonso VI en 1085. En este documento, los cristianos solicitan a Al-Qádir la entrega de los puentes de Alcántara y de la Cava.
Esta liviana pasarela sobre el Tajo estaría protegida, ya en época musulmana, por una coracha reforzada con torreones circulares cada cierta distancia que desciende desde las murallas de la ciudad. Este parapeto aún se conserva, pero su actual aparejo de mampostería es ya cristiano pues la defensa debió de sufrir una reconstrucción posterior a la ocupación musulmana.
Por cierto, que el nombre del puente y de la zona le viene de una leyenda-romance que Helena Establier Pérez rastrea ya desde el siglo X y que será recogida completa por primera vez en la Crónica General de Alfonso X el Sabio, como señala Marjorie Ratcliffe.
En este romance, el rey Don Rodrigo queda prendado de la belleza de Florinda la Cava (la cueva), hija del conde Don Julián, gobernador de Ceuta. Un buen día Don Rodrigo la sorprendió tomando un baño en la zona del río en la que posteriormente se levantó el puente de barcas al que nos venimos refiriendo. El rey, obcecado por su lascivia, violentará a la muchacha y Don Julián vengará la mancha en el honor de su hija y su familia. Así fue como dejó paso expedito a los musulmanes para que invadan la Península Ibérica, acabando con ello con el debilitado Reino Visigodo que tuvo su capital en nuestra ciudad. Si has visto el espectáculo nocturno del parque temático Puy du Fou te sonará esta historia.
Aquí os dejamos enlace a una de las versiones del romance completo. No dejes de leerlo. Es una maravilla. Y si lo tuyo son las leyendas de Toledo, reserva tu tour privado aquí (enlace) para conocer algunas de las más famosas o misteriosas.
Los inciertos orígenes del puente de San Martín
Julio Porres sostiene que la primera cita que se refiere al puente de San Martín corresponde a un documento mozárabe fechado en abril de 1165. Este testimonio señala un traspaso de tierras entre Vito ben Yahya y Lázaro ben Alí situadas en el pago de San Esteban, “allende la puente de San Martín” según una referencia que aparece en el dorso del documento. Esta anotación, posiblemente hecha por algún archivero para dar noticia del contenido del documento, pudiera ser muy posterior a la fecha en la que está fechado el mismo. Es por ello que Bienvenido Maquedano no le da credibilidad a la interpretación de Parro. También puede ser que, con la conquista de la ciudad por parte de los cristianos y con la temprana edificación de la primitiva iglesia de San Martín de Tours en las inmediaciones, el puente de la Cava pasase a denominarse como esta parroquia, a cuya colación pertenecía. Pero en ningún caso sería el puente de piedra que ha llegado a nosotros.
Lo que sí es seguro es que ese puente de barcas primigenio fue arrastrado por una crecida del río que se produjo en 1203. Así aparece referido en una inscripción que Juan Gutiérrez Tello, corregidor de Toledo entre 1572 y 1579, mandó colocar en el siglo XVI en el torreón del puente más alejado de la ciudad. A partir de ahora nos referiremos a dicho torreón como el “torreón del campo”. Transcribimos aquí esa inscripción que también da noticia de las incidencias sufridas por la construcción en la guerra civil castellana del siglo XIV y su reparación por mandato del cardenal Tenorio a finales del mismo siglo:
PONTEM, CUIUS RUINAE IN DECLIVI ALVEO PROXIME VISUNTUR, FLUMINIS INUNDATIONE, QUAE ANNO DOMINI M.CC.III SUPER IPSUM EXCREVIT, DIRUTUM, TOLETANI IN HOC LOCO AEDIFICAVERUNT. IMBECILLA HOMINUM CONSILIA QUEM IAM AMNIS LAEDERE NON POTERAT, PETRO ET HENRICO FRATRIBUS PTO REGNO CONTENDENTIBUS INTERRUPTUM PETRUS TENORIUS ARCHIEP. TOLE REPARANDUM C.
La desaparición del puente de barcas llevará a las autoridades a intentar dar una solución más duradera a las comunicaciones con los Montes de Toledo. No solo eso. Además, debía facilitar el paso del ganado trashumante, tan favorecido por la creación de la Mesta en tiempos de Alfonso X el Sabio. Así las cosas, en fecha incierta del siglo XIII, se plantea la construcción de un puente de piedra. Toledo, inmersa desde 1226 en plena construcción de su catedral, tenía la capacidad técnica para una obra de esta envergadura. Otra cosa serían los recursos económicos para acometerla. Las obras tal vez se alargaron en el tiempo debido a su envergadura y a la falta de recursos.
Un documento fechado en 28 de marzo de 1301 nos da la primera noticia respecto a que se está construyendo el puente, no sabemos desde qué fecha. Se trata de un privilegio concedido por el rey Fernando IV por el que se prohíbe introducir vino de Yepes en Toledo, bajo pena de multa de diez maravedíes, de los cuales cinco irían destinados a la obra de la catedral y cinco a la construcción del puente de San Martín. De esta forma se contribuía a financiar estas edificaciones al tiempo que se protegía el consumo del vino local.
El puente durante la guerra entre Pedro I y Enrique de Trastámara
No tenemos constancia de cuando acabarían las obras y cuando el puente estaría ya operativo. Lo que sí sabemos es que durante la guerra civil castellana está ya en pleno uso y es una vía de acceso de gran importancia para entrar en la urbe. No en vano, durante este conflicto entre el rey Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique, conde de Trastámara, el puente va a ser atacado en dos ocasiones, como aparece registrado en la Crónica del rey don Pedro, de Pedro López de Ayala:
- La primera en 1355. Enrique ataca el torreón del campo (el único que tenía la infraestructura en ese momento) para tratar de entrar en la judería a través del puente. Al no conseguir tomar el viaducto, acabará dando un rodeo para acceder a la ciudad a través de Alcántara. Arrasó el Alcaná, un mercado regentado sobre todo por judíos que se encontraba en el entorno de la catedral, y atacó la judería desde el interior. Este ataque conllevó la muerte de muchos judíos (según el canciller Ayala más de 1.200), aliados del legítimo rey, al que financiaban. Pedro reaccionó atacando a través del puente y vadeando el río, aprovechando que bajaba escaso de caudal y gracias a la ayuda desde el interior de los judíos, que les lanzaron cuerdas para facilitarles el cruce. Los rebeldes acabaron huyendo, saliendo de la ciudad por donde habían entrado, por Alcántara.
- En 1368, Enrique volverá a atacar el puente. Parece ser cuando la torre estaba a punto de caer, dejando paso libre a los trastamaristas. Las tropas reales decidieron quitar la clave del arco central del puente, provocando su desplome e inhabilitando con ello la vía de acceso a los enemigos.
Además de esta misión defensiva, los embudos que suponían las puertas y los puentes también contribuyeron a prevenir enfermedades infecciosas que camparon a sus anchas por toda la Europa del siglo XIV. No debemos olvidar las oleadas de peste que se produjeron de 1348 a 1358, una década en la que se estima que murió el cincuenta por ciento de la población del continente. Las ciudades se cerraban para que no se introdujera en ellas la enfermedad.
Aunque ambientada en otra época, ahí nos ha quedado la leyenda del Ángel Custodio que impide el paso a Toledo de la Peste, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Ésta lo convence de que le deje entrar, prometiéndole que sólo matará a siete personas. Cuando sale de la ciudad han muerto siete mil individuos, pero cuando el Ángel recrimina a la Peste el haberlo engañado, ésta le contesta que sólo ha matado a siete, que el resto han muerto de miedo y aprensión.
La reconstrucción de Pedro Tenorio y el ingenio de la mujer de alarife
Así las cosas, Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo desde 1376, decidió reconstruir el puente. Encargó el trabajo al maestro Rodrigo Alfonso, quien debió levantar nuevamente el arco central. Reparó la maltrecha torre del campo y construyó una nueva, en el lado más próximo a la ciudad.
A raíz de esta nueva reedificación del puente de San Martín surgirá una leyenda que aparece ya recogida en la biografía que del arzobispo hiciera Eugenio Narbona, publicándola en 1624.
Cuenta esta leyenda que el alarife a cargo de la obra del puente de San Martín se dio cuenta de que había cometido un error de cálculo. Y no precisamente al principio de los trabajos, sino cuando la obra estaba bastante avanzada. Reparó en que, en el momento de quitar la cimbra que sostenía la estructura del puente, éste se vendría abajo debido a su inexactitud.
Afligido por la situación, el artífice estaba convencido de que aquello acabaría con su reputación profesional para siempre. Viéndolo tan abatido, su mujer empezó a interrogarlo hasta que le sonsacó los motivos de su decaimiento.
Ya conocedora de los problemas de su marido, en una noche oscura su mujer bajó a hurtadillas a la obra del puente. Prendió fuego a su andamiaje y de este modo el puente se vino abajo. Sin embargo, ese desplome ya no era atribuible al error de cálculo del arquitecto, sino al incendio que se había producido en sus cimbras antes de que el arco estuviera consolidado.
De este modo, y gracias a la magnanimidad de Pedro Tenorio, la obra fue retomada por el maestro Alfonso, que levantó nuevamente el arco sin el error de cálculo.
La voz popular cuenta también que, en la clave del arco principal de la obra mirando hacia el lado por el que baja la corriente fluvial, se colocó una estatua que representa a la astuta mujer del arquitecto. Realmente esta efigie muestra a San Martín de Tours con ropa talar y mitra. Otros han querido ver en ella los rasgos del propio Pedro Tenorio. Así lo defienden, entre otros, Bienvenido Maquedano, Miguel Larriba, así como el mismísimo Sixto Ramón Parro.
Esta obra de finales del siglo XIV dejó el puente con un aspecto ya muy similar al que presenta en la actualidad. Es decir, un puente con cinco arcos ligeramente apuntados de diferentes tamaños que dan apoyo a una calzada que se encuentra a más de veintiséis metros de altura sobre el nivel del río. El arco central es visiblemente más ancho que el resto, con una luz de unos cuarenta metros. Los pilares están protegidos por poderosos tajamares y contratajamares de diferentes diseños. Dos torreones defendían ahora cada uno de los extremos del puente:
- El exterior, de mayor fortaleza, tiene planta hexagonal con las esquinas hacia el exterior achaflanadas. Su paso contaba con cuatro espacios cubiertos por bóvedas nervadas de ladrillo. En la actualidad, el tramo exterior se ha perdido parcialmente, lo que dificulta la percepción del hexágono inicial de la planta. En la zona media del paso habría un rastrillo, mientras que el vano exterior estaría dotado de una puerta revestida con metal para hacer frente a los ejércitos atacantes. En la fachada interior de la misma, ya en el siglo XVI, mandó colocar el ya referido regidor Gutiérrez Tello una estatua de mármol de San Julián, obra de Juan Bautista Monegro. También se dispuso la inscripción que hemos recogido más arriba.
- En el lado de la ciudad se levantó una torre menos compleja que la del campo. De planta pentagonal, cuenta con un machón por el que se abría el acceso y donde se dispuso la casa del alcaide. Sobre este arco se dispuso, ya en época de Carlos II (1690), el escudo municipal de Toledo con el águila bicéfala y los dos monarcas entronizados bajo los cuales se encuentran sendas inscripciones que rezan:
REYNANDO CARs II N. Sr. LA IMPERIAL To MANDO REEDIFICAR ESTA PUENTE CASI ARRUINADA CON LA INJURIA DE CINCO SIGLOS DANDOLA NUEVO SER MEJORANDO EN LA MATERIA REFORMANDO EN LA OBRA AUMENTANDO EN ESPACIOS Y HERMOSURA EN QUE SIGUIENDO EL EXEMPLO DE LOS PASADOS ALIENTA CON EL SUYO A LOS VENIDEROS
Y
ESTA OBRA SE ACABÓ SIENDO CORREG. D. FRANCO DE VARGAS Y LEZAMA CAVº DEL ORDEN DE CALATRAVA DEL CONSº DE SU MAG. EN EL Rº DE HAZIENDA Y COMISSARIOs D. ALO IOSEPH FRZ DE MADRID CVRº DEL ORDEN DE SANTIAGO Y D. LUIS DE VILLALTA EGAS VIUANCO REGIDORES; PEDRO CARRASCO MARÍN Y GABRIEL ALONSO DE BUENDÍA IURADOS AÑO DE M. DC.XC
Hacia el lado de la ciudad aparece una hornacina con la Virgen del Sagrario.
De la misión defensiva a la función meramente fiscal
En el siglo XV la amenaza musulmana ya se encontraba muy alejada de Toledo. También había pasado el belicoso periodo en el que Pedro y Enrique se disputaban el trono de Castilla. Aun así, el periodo seguía siendo conflictivo. Es por ello que los reyes solían transferir la tenencia de las puertas y puentes, como puntos estratégicos que eran, a nobles para que se encargaran de su defensa a cambio de los beneficios fiscales que se obtuvieran de ellos.
De este modo, en 1462 Enrique IV dispuso de un derecho de tres florines por cada mil cabezas de ganado que pasasen por las puertas y puentes de la ciudad, repartiendo lo recaudado al cincuenta por ciento entre el convento franciscano femenino de San Miguel de los Ángeles y el marqués de Navahermosa.
En 1475 Isabel la Católica encomienda al conde de Cifuentes y a don Juan Ribera el gobierno de la ciudad, el alcázar y sus puentes, facultándolos para expulsar de Toledo a los partidarios de Juana la Beltraneja.
Señala Bienvenido Maquedano Carrasco en su monográfico sobre el puente de San Martín, haciéndose eco de Ricardo Izquierdo, que “la vigilancia diurna o guardias se solía llevar a cabo únicamente en las dos puertas principales de la ciudad (esto es, Bisagra y el Cambrón) y en los dos puentes, en tanto que la vigilancia nocturna o velas, con mayor participación de efectivos, se ejercía desde los cubos o torres en toda la muralla”. Y añade que “por un documento de abril de 1439 sabemos que intervenían 60 hombres repartidos en grupos de 15. En el puente de San Martín había siete procedentes de la colación de Santo Tomé, tres de San Soles y cuatro de San Andrés”. Recurriendo a la fuente original, o sea al libro “Un espacio desordenado: Toledo a fines de la Edad Media”, vemos que Izquierdo contabiliza un hombre más proveniente de una parroquia desconocida por estar el documento deteriorado en esa zona. Quince hombres en total.
Es posible que, en esta época de los Reyes Católicos, las torres de San Martín se desmocharan siguiendo la norma establecida por Isabel y Fernando de prohibir las almenas en los castillos “como forma de sometimiento de la nobleza a la fortalecida monarquía”. Esto explicaría el por qué se tuvieron que reponer en los citados trabajos de reparación promovidos por Juan Gutiérrez Tello en 1575.
Con el tiempo, esta función eminentemente defensiva que había tenido el puente había ido relajándose. Por esta razón, en esta obra del XVI se construyeron unas aduanas en el interior del puente. Para su disposición, el tablero del puente tuvo que ensancharse en los puntos en los que estaban los tajamares y contratajamares. Estos se recrecieron hasta llegar a la altura del solado y en ellos se hicieron unas grandes balconadas que permitieron la disposición de las casetas para el cobro de los aranceles. Servían también como apartaderos para el ganado mientras se llevaba a cabo el recuento de cabezas.
Esa aduana puede apreciarse perfectamente en el grabado que Leonardus hizo del viaducto en 1681.
Estas construcciones instaladas en el interior del puente y que dificultaban el paso a animales y carretas fueron trasladadas posteriormente al exterior del mismo, situándolas próximas a la torre de la ciudad. El conjunto se remató creando una especie de plaza recaudatoria con la construcción de la puerta de San Martín en 1864. Se trataba de una construcción con tres cuerpos de ladrillo rematados por almenas, más alto el central, en los que se abrían tres vanos con arcos apuntados. Estuvo allí hasta que en 1967 fue demolida para facilitar el tráfico rodado. Cuánto daño han hecho los coches y a la vez cuánto han beneficiado. En este post te contamos cómo venir a Toledo y, si la opción es el coche, dónde aparcarlo. Pero te advertimos… ¡Evita meterte con él por el casco histórico!
Volviendo a la desaparecida Puerta de San Martín, se pueden ver imágenes suyas antes de su demolición en el excelente blog de Toledo Olvidado.
Era en esa plaza que se creaba con la puerta donde, a partir del momento de su construcción, se contabilizaban las cabezas de ganado. Una vez satisfechos los impuestos, era llevado al cercano matadero.
Por supuesto que el carácter estratégico-militar de la infraestructura se mantuvo en la Guerra de la Comunidades del XVI en la que Toledo fue cabeza de la revuelta. ¿Lo sabías? En este tour nocturno por Toledo te lo contamos y hablamos de sus cabecillas. En el conflicto sucesorio de principios del XVIII, la invasión napoleónica que tanto daño hizo a nuestra ciudad por ejemplo con la destrucción parcial del Monasterio de San Juan de los Reyes, en las Guerras Carlistas del XIX o la Civil del XX se mantuvo ese carácter. Pero, salvo en esos momentos puntuales, la infraestructura tendió a tener una misión mayormente fiscal. Aparte de la razón principal de solventar un obstáculo y permitir la comunicación que tiene cualquier puente por definición, claro está.
En época de Carlos III, en 1760 concretamente, el puente fue repavimentado, como señala la inscripción que se colocara en el pretil del mismo. Las obras estaban presupuestadas en 110.680 reales de vellón. Para llevarlas a cabo se pidió la colaboración de los beneficiarios del pontazgo de San Martín. ¿Recuerdas? El convento de San Miguel de los Ángeles y el marqués de Navahermosa. Estos se negaron a financiar la obra, aduciendo que lo que se recaudaba en el puente no compensaba tamaño desembolso. Finalmente, una real provisión fechada en 1758 resolvió que los trabajos fueran financiados por todos los pueblos situado a 23 leguas a la redonda de Toledo. Un total de 578 pueblos de los partidos de Madrid, Alcalá, Guadalajara, Infantes, Almagro, Talavera, Ocaña, Ciudad Real, Toledo, San Clemente, Alcázar, Ávila y Segovia tuvieron que rascarse el bolsillo, en función del número de vecinos que tuvieran, para contribuir a la reparación.
A principios del siglo XX, los puentes de Toledo proporcionaban beneficios de paso a la Casa de Alba, pero, considerándose que habían descuidado su mantenimiento, les fueron retirados estos derechos en 1911.
Otras curiosidades reseñables
En la fachada exterior del torreón del campo, en el lado de la izquierda mirando hacia el puente y a unos tres metros de altura, figura una piedra con una inscripción tallada que dice:
AQUÍ MATARON UNA MUGER. RUEGUEN A DIOS POR ELLA. SUCEDIÓ A 2 DE FEBRERO DEL AÑO DE 1690
Dada la parquedad del texto, que no aporta ni siquiera el nombre de la víctima, no se tiene mayores referencias documentales de este hecho.
En el interior de uno de los pilares del puente se puede ver grabada una línea horizontal y las palabras: Diciembre 1876. Esa es la altura a la que llego una crecida del río que se dio en esa fecha. Hoy día, los embalses de Buendía y Entrepeñas, en el curso inicial del Tajo, contribuyen a evitar este tipo de situaciones que en muchas ocasiones resultaban desastrosas.
Bibliografía
- Aranda Alonso, F.: Otros Rincones del Toledo olvidado, Toledo, Aranda Toledo Ediciones, 2017
- Larriba, M.: Toledo en cien piedras, Toledo, Ed. Ledoria, 2022
- Maquedano Carrasco, B.: El puente de San Martín de Toledo, Toledo, Es. Ledoria, 2013
- Moreno Domínguez, L. Alguacil San Félix, F.J. y Alguacil San Félix, P.: El Toledo Invisible, Toledo, Antonio Pareja Ed. 2002
- PORRES MARTÍN-CLETO, J.: Historia de las calles de Toledo, Toledo, Ed. Zocodover, 1988
- RAMÓN PARRO, S.: Toledo en la mano, Toledo, Imprenta Severiano López Fando, 1857
- VVAA: Las murallas de Toledo, Toledo, Fundación Caja Madrid, 2004
- VVAA: Arquitecturas de Toledo, del periodo romano al gótico, Toledo, JCCM, 1992