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22 de febrero de 2024Museo del Greco
11 de julio de 2024Luis Tristán, mucho más que un discípulo del Greco
El 7 de diciembre del presente año 2024 se cumplirá el IV centenario de la muerte de Luis Tristán. Quedarnos en que fue el más importante discípulo del Greco es simplificar mucho la importancia de este pintor de la escuela toledana del primer cuarto del siglo XVII. Es verdad que su estilo estuvo plenamente marcado, durante toda su trayectoria, por las formas algo alargadas y los modelos compositivos de Doménicos Theotocópuli. Pero un viaje a Italia le hizo adquirir personalidad propia al combinar, de forma novedosa, las características del Greco con la iluminación plenamente tenebrista y el naturalismo propio de Caravaggio.
Esta influencia de las últimas tendencias italianas que Tristán introduce en España de forma temprana y pionera, lo alejan definitivamente de la suntuosidad y colorido veneciano y de la inmaterialidad tan evidentes en la obra de su maestro. Tan importante es este progresivo camino de distanciamiento del Manierismo que transita de forma novedosa Tristán, que algunos autores lo han considerado como el eslabón entre el Greco y Velázquez.
Ya señalaba esta relación de influencia entre el toledano y el sevillano Antonio Palomino en su Museo Pictórico y Escala Óptica, El Parnaso Español Pintoresco Laureado (1715-1724). De esta misma opinión son Antonio Ponz, Richard Cumberland, Ceán Bermúdez, Roque Barcia, Pío Baroja, Luis Alberto Pérez Velarde...
Gran reputación llegó a alcanzar Luis Tristán en los siglos XVII, XVIII y primera mitad del XIX, cuando se le consideró como un alumno que había, incluso, superado al Greco corrigiendo sus “errores”. Hay que decir también que era un momento en el que el Manierismo del cretense había caído en cierto descrédito. El redescubrimiento de la colosal figura del Greco a finales del XIX y principios del siglo XX hizo, en cierta manera, que su discípulo cayera en un inmerecido olvido, cuando no llegó directamente a denostársele. Cossío considera la obra de Tristán de “insignificante medianía”.
En 1924 se celebró el tercer centenario de la muerte del pintor y se trató de revitalizar su figura, abordada en un número especial de Toledo. Revista de Arte. Francisco de Borja San Román descubrió una serie de documentos que ayudaron a arrojar más luz sobre algunas de las circunstancias biográficas de Tristán. Conocimiento que se fue acrecentando con nuevos hallazgos documentales y artículos que se han ido sucediendo a lo largo del siglo pasado.
En la presente centuria, Alfonso E. Pérez Sánchez y Benito Navarrete Prieto han publicado una monografía sobre el artista toledano que pasa por ser una obra de referencia ineludible para abordar la figura de Tristán.
Sin descubrir nada nuevo, en este artículo trataremos de sintetizar en lo posible lo que se sabe de este valioso pintor. Sirva esto de homenaje de la cooperativa de visitas guiadas Toledo a pie a Luis Tristán en la efeméride que recuerda su fallecimiento, en espera de la gran exposición que el Museo del Greco está preparando para el segundo semestre del presente 2024.
Nacimiento y familia
La opinión más generalizada es que Luis Rodríguez (Tristán) de Escamilla nace en torno al año de 1585-86. Más o menos cuando a su futuro maestro, el Greco, se le encargó una de sus obras maestras, el famoso Entierro del Señor de Orgaz. No se sabe si Luis Tristán nació en Toledo o en algún pueblo cercano. Sus padres, Domingo Rodríguez y Ana de Escamilla son gente, al parecer, de condición humilde, posiblemente comerciantes o artesanos.
Se desconoce también al 100% de dónde procede el apellido Tristán. El pintor lo va a utilizar para firmar sus lienzos y otros documentos a partir de, al menos, 1609, según ha señalado Gutiérrez Pastor. Anteriormente, el artista había utilizado su apellido materno al igual que también lo emplearon preferentemente sus hermanos. Algunas veces combinándolo con el primero paterno. Precisamente “Tristán” podría provenir del segundo apellido del padre, considerando algunos autores que es de procedencia extranjera, puede que flamenco o francés. Es posible que su padre tuviera su origen en alguno de esos países.
De hecho, Luis Tristán aparece referenciado como “pintor extranjero” en el Libro donde se escriben los nombres de los Oficiales de este Arzobispado (Toledo). Pero, tal vez esa denominación de “extranjero” se deba a que su estilo pictórico se asemejaba a las formas de hacer de su mentor, efectivamente extranjero. Curiosamente, en ese mismo libro se considera a Orazio Borgiani como “pintor de Toledo”. Obviamente con ese nombre, Borgiani era italiano. Pero tal vez se le llamara de esa manera porque sus formas pictóricas se acomodaban más al estilo local.
Venga de donde venga dicho apellido, Luis Tristán lo compartió con varios hermanos. Se tiene noticia de un Baltasar de Escamilla, religioso dominico. También de Manuel Rodríguez de Escamilla, hermano de la Congregación de Hospitalarios. Úrsula Tristán acabó viviendo en Madrid. Y finalmente Agustina Rodríguez de Escamilla se casó con un tal Bartolomé Flores. Luis Tristán también menciona en un documento a un hermano suyo llamado Manuel de Acevedo, que tal vez sea el mismo Manuel Rodríguez de Escamilla que ya hemos mencionado.
Poco se sabe de la vida de su progenitor, salvo que había fallecido antes de 1614, según señala Borja San Román. Algo más sabemos de su madre. Su hijo la avala en 1618 para que pueda alquilar el conocido como “mesón de la fruta vieja”, en las cercanías de la parroquia de San Nicolás, donde ejercería presumiblemente como mesonera. Se casó por segunda vez en 1619 con Juan García de Sevilla. Y cuando fallece en 1633 (sobreviviendo nueve años a su hijo, Luis Tristán), el mesón pasaría a su hija Agustina y a su yerno Bartolomé Flores.
Formación en el taller del Greco
Aunque no se ha encontrado su contrato de aprendizaje, por un documento descubierto por Borja San Román en el que firma como testigo, se sabe que al menos desde julio de 1603 Tristán ya figura como aprendiz en el taller del Greco. Tendría unos 17-18 años de edad. Parece una edad algo tardía según solían ingresar los muchachos en los talleres, siendo un argumento de los que pretenden retrasar su fecha de nacimiento.
Según señala Juan José Martín González en su interesante volumen sobre El artista en la sociedad española del siglo XVII, se trataba de un sistema gremial en el que el aprendiz tenía que pagar por las enseñanzas. Ya fuera en dinero o en especie. A no ser que se pactara algún tipo de servidumbre más allá de los trabajos propios del taller. A cambio, el maestro alojaba, mantenía, proporcionaba atención sanitaria en caso de enfermedad y daba instrucción artística al discípulo “sin le encubrir cosa alguna” (como se dice en el contrato de aprendizaje de Camprobín). El contrato solía establecerse por una duración de cuatro años, aunque se podía disponer por periodos más largos. En ese tiempo, el alumno iba ascendiendo de aprendiz a oficial y finalmente maestro, una vez superado el examen, lo que le permitía establecer taller propio y ejercer como pintor al margen de su preceptor.
El 12 de septiembre de ese mismo año de 1603, el joven aprendiz aparece como firmante en una escritura de poder otorgada por el Greco a favor de Francisco Pantoja de Ayala para que cobrase cierta cantidad a cuenta del retablo del Colegio de San Bernardino. El pintor firma no como Luis Tristán sino como Luis de Escamilla. Además su firma aparece junto a la de Jorge Manuel Theotocópuli, el hijo del Greco, y Mateo Serrano. Se tiene la firma de nuestro hombre en otros documentos similares fechados el 29 de octubre de 1604 y el 7 de noviembre de 1606.
Viaje a Italia
Hasta fecha reciente, la mayoría de autores han intentado encajar el viaje de Luis Tristán a Italia entre 1606 y 1611. Un viaje que aparece referido en los Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura de Jusepe Martínez. Es un periodo en el que nos encontrábamos con una laguna documental en la biografía del pintor. Sin embargo, el hallazgo de un crucificado firmado en Toledo por Tristán en 1609 acota las fechas de este viaje, acortando su duración entre los años 1609 y 1611, como ha defendido el profesor Gutiérrez Pastor. Además, la firma de esta crucifixión demuestra que, en esa fecha, Luis Tristán ya había superado la prueba de maestría y podía ejercer como pintor de forma autónoma a su mentor. El estudio de esta obra demuestra igualmente la todavía total dependencia estilística a las formas del Greco.
En un periodo u otro, es un hecho que Luis Tristán estuvo por tierras italianas y, como dice Jusepe Martínez, Tristán “anduvo mucho tiempo en Italia en compañía de nuestro gran Jusepe Ribera, llamado el Espagnoleto, donde vino muy medrado en sus estudios”.
Tal vez Orazio Borgiani, quien desde el 26 de febrero de 1604 estaba comisionado por el Arzobispado de Toledo, fuera el que instara a nuestro pintor a este viaje de estudios. Borgiani estaba nuevamente en Roma cuando Tristán se decide a emprender su periplo italiano y es posible que le ayudara abriéndole puertas.
Tristán además realizó algunas notas marginales manuscritas en un ejemplar de las Vitae de Vasari que poseyó. Previamente también había pertenecido a Doménico Theotocópuli quien había rubricado sus impresiones en el mismo. Estas anotaciones testimonian que estuvo en Roma, Florencia, Milán y Venecia, además de demostrar sus conocimientos sobre las colecciones reales en Madrid. En estos lugares, Tristán descubrió las nuevas tendencias caravaggistas haciendo que su estilo se fuera distanciando en algunos aspectos del de su maestro.
En este contexto italiano, Soledad Maenza Ibarra ha barajado la posible atribución a nuestro pintor de un cuadro que presenta a Heráclito y Demócrito. También ha apuntado la posible relación de Tristán con Luis de Oviedo, que luego pudiera intermediar a su favor ante el cardenal Sandoval y Rojas, al que retratará para la sala capitular de la Catedral.
Regreso a Toledo y primeros encargos
Dejando al margen un posible paso por Sevilla antes de llegar a Toledo, dada la cantidad de obra de nuestro hombre que se conserva allí, el 5 de octubre de 1611 ya está de vuelta en nuestra ciudad. Es la fecha que figura en el contrato de alquiler de una casa en el Callejón de Gaitán, según señala Fernando Marías. No sabemos dónde se encontraba esta vía. Porres no la referencia.
En mayo de 1612 se compromete con el regidor Juan Sirvando a entregar cuarenta y ocho cuadros al precio de diez ducados (110 reales) por cada dos lienzos. Según Alfonso E. Pérez Sánchez el precio es muy bajo, pero también señala que enseguida sube su cotización: “En octubre de ese mismo año, los jesuitas le pagan 6.600 reales por veinticuatro lienzos de mártires, es decir 275 por cada cuadro”.
En 1612 se ha venido datando la copia que hace del retrato que Doménico Theotocópuli le hiciera al cardenal e inquisidor general Fernando Niño de Guevara que hoy día se expone en la Casa-Museo del Greco. Uno de los lugares de interés imprescindibles de Toledo, más si te gusta la obra del cretense.
El 11 de noviembre de 1613 contrata con el monasterio jerónimo de Santa María de la Sisla la elaboración de una Última Cena de grandes dimensiones (posiblemente es la que se conserva en el Museo del Prado), un crucificado con la Virgen y San Juan (también en el Prado) y un Nacimiento por un total de 1.600 reales, lo que arroja una cantidad de 533 reales por cuadro. Va subiendo su caché.
Por cierto que, en la mesa de esa Última Cena, al igual que en otros cuadros posteriores de penitentes y retratos particulares, introduce nuestro hombre la temática del bodegón, que hasta la fecha apenas se había practicado en España. El también toledano Sánchez Cotán llevará esta práctica hasta sus últimas consecuencias, convirtiendo el bodegón en un género independiente per se.
En 1613 está también fechada la Sagrada Familia que hoy se encuentra en el Museo de Minneapolis.
La muerte del Greco en 1614 deja a Luis Tristán como el pintor más reconocido de la escuela toledana. Los contratos se hacen cada vez más abundantes. Para evitar los problemas para cobrar que tuvo su mentor, que en muchas ocasiones no se acomodaba a los cánones iconográficos establecidos o imponía su criterio estilístico sobre el de sus patronos, Tristán procura adaptarse al gusto de sus clientes, dando lugar a una gran variedad estilística que a veces dificulta la atribución de obras a su mano.
Casamiento con Catalina de la Higuera
El 14 de junio de 1614, conseguido cierto acomodo económico, nuestro pintor se compromete a casar con Catalina de la Higuera. En el documento que se firma para ello, la madre de la muchacha, María Díaz, se obliga a entregar 6.000 reales como dote, dos mil de ellos en “ajuar y preseas” y el resto en dinero contante y sonante.
Contrajeron nupcias el 26 de junio de ese mismo año en la iglesia de la Magdalena, cercana a la popular Plaza de Zocodover y vinculada a la descendencia de algún que otro artista. Concretamente literato. Si quieres saber de quién hablamos, en este artículo sobre el Toledo literario te lo aclaramos.
No parece que Catalina y Luis fueran una pareja bien avenida. No tuvieron descendencia y, además, hubo un episodio en sus vidas que enturbió la relación marital. En mayo de 1618, Tristán da con sus huesos en la Cárcel Real, una de las varias prisiones que hubo por Toledo. Nos queda una en pie todavía y visitamos sus mazmorras en este tour por el Toledo subterráneo. ¿Por qué se le encerró? Por haber “estuprado y habido la virginidad” de una sirvienta. Al final se llegó a un acuerdo con la muchacha violentada y, a cambio de 43 ducados, el pintor quedó libre.
En cualquier caso, es significativo que Catalina de la Higuera no comparezca en toda la tramitación del caso, haciéndolo la suegra de Tristán como “fiadora y mancomún”. Una vez que Tristán fallece en 1624, Catalina contraerá nuevo matrimonio con Francisco Castaño, zapatero, apenas trascurridos dos meses, sin guardar apenas luto por su marido fallecido. Así lo subraya Alfonso E. Pérez Sánchez. Además, Tristán dejó como heredera universal de sus bienes a su madre, salvo por el tercio obligado que correspondía por ley a Catalina como su esposa.
El taller del pintor
En 1616 se tiene constancia de un nuevo alquiler de casa en las proximidades de San Miguel, cerca del Alcázar. Un barrio que se relaciona actualmente con los Templarios en Toledo, aunque ya te explicamos su problemática. En 1618 contrata otro inmueble en las proximidades del que tenía el arcediano de Madrid, sin poderse precisar su ubicación concreta.
Tal vez estos movimientos se deban a la búsqueda de mejores alojamientos dada la situación más holgada del pintor, al que le llueven los contratos:
- En 1615 habría recibido el encargo de pintar el retablo de la parroquia de San Benito Abad de Yepes, una de sus obras cumbre.
- Los penitentes Santo Domingo y San Jerónimo expuestos en la sala dedicada a Tristán en el Museo del Greco datan de 1618.
- De 1619 es el retrato del cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas de la sala capitular de la catedral.
- El San Antonio Abad, el San Matías y el San Pedro de Alcántara que se exponen en el Museo del Greco están fechados en 1620.
- En 1620 se le contrata para otro retablo completo, esta vez para el monasterio de San Jerónimo de la Reina. De su desmembramiento proceden la Adoración de los Pastores del Fitzwillian Museum de Cambridge, la Adoración de los Reyes Magos del Museo de Budapest y el Pentecostés del Museo de Bucarest.
- En 1621 está trabajando, junto con Jorge Manuel Theotocópuli, en el túmulo erigido para las honras fúnebres que celebró Toledo en memoria de Felipe III.
- Entre 1620 y 1623 se data el cuadro de la Virgen de la Misericordia que se exhibe en la Casa-Museo del Greco.
- El retablo para el convento de Santa Clara (1623).
- El San Luis dando limosnas del convento de San Pedro Mártir.
- La Trinidad de la Catedral de Sevilla, compositivamente heredera del modelo grequiano pero con volúmenes más corpóreos.
- Los crucificados de la Iglesia de Santo Tomé y del Museo del Greco son obra final de nuestro artista. Se caracterizan por sus formas alargadas, típicamente grequianas, combinadas con una mayor carnalidad y una iluminación claramente tenebrista. Además, contrastan las cruces de troncos apenas desbastados de Tristán frente a las perfectamente escuadradas de su mentor.
- La ronda del pan y del huevo (1624) que se conserva en el Museo de Santa Cruz.
Esta mejor economía familiar también se demuestra en que el pintor se pueda presentar como fiador de su madre para el alquiler del citado “mesón de la fruta vieja” en 1618.
El aumento de la cantidad de trabajo lleva a nuestro hombre a la admisión de aprendices que puedan ayudarle en las tareas del taller.
- De 5 de abril de 1619 es el contrato de aprendizaje por cinco años de Pedro Camprobín, que cuenta con catorce años de edad en la fecha de su ingreso en el taller. Es del único que tenemos noticia posterior, sabiéndose que acabó siendo bodegonista en Sevilla.
- El 30 de mayo de ese mismo año entra en el taller, por dos años y medio, Miguel de Montoya. Consta en su contrato de acceso que, a cambio de su admisión, Tristán recibiría del licenciado Juan Díaz de Segovia cuatrocientos reales.
- De 16 de enero de 1621 es el contrato de aprendizaje de Bartolomé García, de trece años de edad, que entra en el taller del pintor por cinco años.
- También se tiene constancia de otro discípulo de nombre Francisco de Herrera.
En 1621 el taller se traslada por última vez a la bajada del Barco, “bajo el hospital de San Pedro”. Allí trabajará y vivirá los últimos años de su vida, muriendo antes de cumplir los cuarenta en el citado 7 de diciembre de 1624. Precisamente, en el tercer centenario de esa fecha, se colocó en esta bajada del Barco una placa conmemorativa modelada por el académico numerario y profesor de la Escuela de Artes y Oficios Roberto Rubio Rosell, donde todavía hoy se puede ver.
Circunstancias de su fallecimiento
Parece ser que el 6 de diciembre de 1624 sobreviene a Luis Tristán una enfermedad repentina y fulminante. Rápidamente, y viendo el cariz que presenta la situación, Tristán se apresura a redactar su testamento que ni siquiera puede llegar a firmar. Será Jorge Manuel Theotocópuli el que lo firme como testigo.
En el documento, el pintor dispone ser enterrado en el convento de San Pedro Mártir “donde están enterrados mis agüelos”. Coincidencias de la vida, donde también fue enterrado otro ilustre toledano, igualmente en la “capilla de sus agüelos”, del que hablamos en este tour nocturno por Toledo. La madre de Luis Tristán, Ana de Escamilla, también pide en su testamento que su enterramiento se disponga en este convento dando aún más datos de los que da su hijo: “en la sepultura que allí tengo en que están enterrados mis padres y agüelos que está en medio del cuerpo de la iglesia debajo del coro hacia el pilar de San Juan Bautista”. Es posible que los restos de Tristán reposen en esa misma ubicación.
Ya hemos señalado que su heredera universal será su madre, a excepción del tercio de sus bienes que correspondería por ley a su mujer.
Más interesante aún resultan las instrucciones que deja el pintor en el propio testamento y en documento aparte, a su albacea Diego Fernández Serrano. Según esas instrucciones, deben ser abonadas sus deudas ya fueran por dineros recibidos por cuadros que no había llegado a entregar o por préstamos recibidos de comerciantes genoveses (Juan Bautista Bozo, de Francisco Agustín y Juan Domingo de Santa Ágata) y españoles (Juan Gómez Cota, Juan García, Francisco Fernández Maroto, Pedro de la Palma...). Algunos de esos empréstitos habían sido parcialmente pagados mediante la realización de pinturas a la carta o por la entrega de cuadros ya confeccionados.
Esto demuestra la precariedad en la que vivían los pintores de la época, aun siendo propietarios de obradores de éxito.
Desde Toledo a pie creemos que este cuarto centenario de la muerte de Luis Tristán es buen momento para que nuestra ciudad pague una deuda pendiente con este excepcional artista al cual sólo se le tiene dedicada una calle en el barrio de Azucaica, además de la placa conmemorativa de la calle del Barco antes mencionada.
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